sábado, 31 de diciembre de 2011

My post anual



El último post publicado en este abandonado blog, terminó diciendo que éste ya agoniza. No se equivocó, pues en todo este año 2011 no realicé una sola entrada, hasta el día de hoy. No es que no haya habido nada que escribir, sino que, ya se sabe, ello se debe a la desidia y demás pretextos que se nos puedan ocurrir (y que ya he propuesto en más de una ocasión en diversos posts). Con decir que ya hasta había olvidado cómo acceder a mi cuenta de blogger. La cosa sí está grave.

Pero como buen mexicano que soy, dejo todo para el último momento y me gusta guardar las apariencias y le tapo el ojo al macho. Por eso hoy, reacio a aceptar la realidad cada vez más evidente de que este blog ya está más que muerto, realizaré un ejercicio compilatorio, desesperado, sobre acontecimientos importantes durante este año, de la misma manera en que lo hice hace un año en el post que se aprecia por debajo de éste. De hueva, lo sé, pero no me queda más que hacer.

Este año, asistí, como el anterior, a numerosos toquines en compañía de mi novia Anabel, quien afortunadamente comparte mis chabacanos gustos musicales. Kashmir, Vive Latino, Los Amigos Invisibles, La Barranca, Babasónicos, Santana, La Barranca, y creo que son todos. Cada una de estas experiencias merecería un post aparte, pero pues ya ven. ¿El mejor? No sé, en realidad los disfruté todos; aunque tal vez me quedaría con el de Los Amigos Invisibles en Guadalajara.

Sigo en la maestría y aunque a veces siento que me está pasando de noche, es una experiencia que sigo disfrutando y que ahora debo disfrutar todavía más porque está por terminar. Profesionalmente las cosas no han andado del todo bien; podría decirse que ha sido un mal año. Confío en que el próximo año me recuperaré.

Pfuta!, este año tal vez ha sido el que menos he leído. He perdido el tiempo en otras tonterías de internet y la televisión. Debo leer más. Sería bueno establecerlo como propósito pero, para bien o para mal, yo no hago propósitos de año nuevo porque mis ínfulas de corrección e intelectualidad me hacen concebirlos como el más cursi de los clichés de la temporada. Ahora, con los años, pienso que, fuera de toda pretensión, manejado adecuadamente, es un ejercicio positivo, por más ñoño que parezca. Pero bueno, parece que la necesidad de la pose me sigue ganando y por ello seguiré sin elaborar la tan famosa lista.

Este año, y desde finales del pasado, he mantenido una relación amorosa que me ha satisfecho en todos los aspectos. Me siento muy bien, aunque no ha estado exenta de vicisitudes, la hemos sabido sobrellevar y sacar adelante. Y para seguir haciendo honor al cliché, diré que "ahí la llevamos".

También este año sentí la pérdida de seres queridos. Primero, mi tio Jorge, George, quien se fue para estar en paz y estar mejor. Tuvo la tranquilidad de haberse despedido de quien debía despedirse, en el momento justo.

Después, Jaime. Entrañable amigo de muchos años. Compañero de aventuras y parrandas; de cotorreos y desmadres, de villanías y proezas. De espíritu generoso, fue alguien a quien siempre apreciamos por sus ocurrencias y su vivacidad; alguien de quien en muchas ocasiones nos quejamos por algunas actitudes, pero que en el fondo nunca dejamos de estimar. Una persona que con un solo gesto o puntada nos arrancaba carcajadas y nos brindaba gratos y divertidos momentos. Alguien que en muchas ocasiones fue mi cómplice y que actuaba con frialdad, con nervios de acero, y que sin embargo era tan humano como el que más. Alguien que quería ser mejor y ayudar a su familia.

Ahora está en un lugar mejor, con su padre. Nos dolió mucho su partida. Tenía sólo 27 años y mucho por vivir. Recuerdo que yo le reproché muchas veces el que dejase de hacer ciertas cosas, de que a veces se preocupara más por el futuro que por disfrutar la vida en el presente. Cuando supimos su triste final, no dejé de pensar en eso. Sin embargo, creo que él fue siemper feliz y vivió siempre mirando de frente al porvenir. Me enteré de su muerte en la mañana, muy temprano; había ocurrido tal vez un par de horas después de que hablé con él por última vez por el messenger. Platicamos un poco, pero sí recuerdo que aun en cortas líneas me hizo reír, como era siempre su costumbre.

La vida me pareció muy injusta, que alguien tan joven y con tanto todavía por vivir simplemente fuera arrancado de ésta. Lo que más me pudo fue no haberme podido despedir de él y decirle cuánto lo apreciaba. Qué era para mí. Seguramente nunca se lo dije, pero fue de mis mejores amigos, de los que cuentan con una sola mano, pero quiero creer que él lo sabía. Dias después de su deceso, una amiga de él me contactó y me preguntó por él; eso mismo le dije, que nunca le había podido decir lo mucho que lo apreciaba. Me tranquilicé cuando me dijo que no me preocupara, que probablemente él ya lo sabía, que él hablaba mucho de mí con ella y que se refería a mí como su mejor amigo.

Así, entre otras muchas cosas, transcurrió mi 2011. Bueno en algunos aspectos, malo en otros. Y el blog, mmm... no sé. No sé y no prometo nada sobre él. El tiempo dirá. El hecho de que esté escribiendo esto, empero, creo que es buena señal.

jueves, 30 de diciembre de 2010

2010 en un post




Aún no termina el año, pero es la única oportunidad que tengo para poder entregar algo antes de que ello ocurra a los fieles lectores de este blog. Normalmente no hago este tipo de ejercicios retrospectivos, que rayan en el cliché, pero no me ha quedado de otra y, de paso, mataré varios pájaros de un tiro, pues este post me permitirá retomar de manera algunos temas que se quedaron pendientes durante el año más estéril de este blog. Así que, a continuación, el recuento de mi dos mil diez, lo que pasó y lo que no pasó, lo rescatable y lo prescindible, lo bueno y lo malo, lo sublime y lo chabacano, lo patético y lo glorioso, lo... bueno, ustedes entienden.

Toquines: Este año asistí a varios conciertos, como nunca en la vida. Empecé por Dream Theater en Guadalajara en marzo, al que fui con el David; después, también en marzo y en la misma ciudad (bueno, de hecho no, éste fue en Zapopan), fui con mis primos de León a ver y escuchar nada más y nada menos que a Kashmir. Este toquín lo disfruté mucho, pues aparte de que agarramos la peda chido, el lugar estuvo excelente y el grupo ni se diga. Coreamos como viles colegialas los éxitos del grupo, canciones entrañables como Rocket Brothers, Surfing the Warm Industry, y claro, la inigualable y genial Melpomene (...flutter girl, killing me with her sunshine...).

Después vino el Vive Latino, al que siempre quise ir desde que se inició hace más de diez años. No se me malentienda, el festival y su enfoque "roquero autóctono" se me hace una mamada, como para trasnochados del rock. Eso de decirle "festival de cultura musical" también me resulta de una cursilería extrema. En fin, yo sólo fui porque había algunos grupos que me interesaba escuchar, y que en efecto pude disfrutar. Tijuana no, Los Tres; a Julieta Venegas no es que tuviera ganas de verla, a diferencia de mi acompañante (mi exnovia, que me regaló el boleto del Vive por mi cumpleaños), pero sí disfruté algunas de sus canciones de su etapa más chida, de hace mucho. También vi a Los Tres, grupo que en verdad me encanta. También escuchamos a Panteón Rococo, grupo que en verdad me caga, pero que siempre me prende para el slam con esa monumento a la cursilería más ramplona que es su rola La Carencia. De los mejores momentos del festival fue cuando me metí al slam con esta canción. Después vinieron los Aterciopelados, que tocaron asimismo muy chingón, pese a ya no incluir en su repertorio, por razón de una ñoñez inexplicable, la grandiosa canción de Florecita Rockera.

Pero bueno, sí tocaron Bolero Falaz y Baracunatana. Y la Andrea Echeverri, de verdad que qué perro canta, con mucho feeling; eso nunca lo va a perder. Con broche de otro (enésimo cliché en este post y seguramente no el último) cerraron Los Amigos Invisibles, a quienes ansiaba por ver desde hacía buen tiempo. Tocaron magníficamente y pudimos apreciar su actuación desde primera fila, pues, muy al estilo gañán chilango, nos clavamos hasta adelante. Disfruté mucho la actuación, sin saber todavía lo que sucedería meses más adelante...

Después fui al festival Corona Capital, donde pude ver, entre otros artistas, a Regina Spektor, Interpol y The Pixies. Realmente lo único que encontré rescatable fue la actuación de los segundos citados, pues los pixis realmente decepcionaron, ya que tocaron bien culero. Esto ocurrió en el mes de octubre si mal no recuerdo. Después, en Noviembre, Los Amigos Invisibles en León, Guanajuato, donde todo puede -y pudo- suceder. Muy probablemente el mejor concierto del año en lo que a lo vivencial se refiere y que disfruté mil veces más que el anterior. Todo lo que estuvo alrededor del concierto, y sobre todo la inmejorable compañía, fue lo que lo hicieron memorable, punto de inflexión en el devenir de algunos sucesos significativos que más tarde tendrían lugar en este caótico 2010. Ese momento sólo podía ser superado por otro, en términos empírco musicales, que sin embargo no llegó a acaecer.

Me refiero al toquín de los Flaming Lips en el D.F. el día 11 de diciembre. No fui porque se casaba un amigo ese mismo día, aunque ya había comprado los boletos. Habría sido algo inigualable, pues de haberse dado habría ido con alguien que gusta del grupo tanto o más que yo y que por entonces, y todavía, ocupaba todos mis pensamientos.

Lo demás: El día de mañana es el último de mi trabajo como burócrata. Me voy contento y satisfecho; logre muchas cosas. Acerté y la cagué, pero lo importante es que aprendí y que la experiencia de haber trabajado en la administración pública municipal me permitió conocer a muchas personas, particularmente a una que espero que siga en mi vida por mucho tiempo. Viví esta etapa con la intensidad debida, con excesos, pero también con virtudes, y creo que en general el balance es positivo.

También durante este 2010 terminé una relación que si bien no fue demasiado larga, sí fue significativa, al grado de parecer que sería la definitiva en mi vida. Al final, las cosas se fueron por otro rumbo y de cierta forma siento que así tenía que ser. No me arrepiento de nada. Todo lo contrario: sucedió porque tenía que suceder y era necesario que así fuera. Creo que mi vida no estaría completa de no haber tenido esa vivencia.

Hoy estoy muy bien y el panorama es alentador. Creo que no me falta nada. He comenzado una nueva relación, y parece que todo vino a darse a su debido momento. Todo con oportunidad. De alguna forma se acomodaron las cosas, como si hubieran estado aguardando hasta que fuera preciso, exacto. Raro, pero así ha sido.

No sé qué será del 2011. Este blog ya agoniza. Veremos si lo puedo reanimar.

martes, 10 de agosto de 2010

Dos años, dos




Este, su blog preferido, cumple el día de hoy dos años de haber sido creado. Éste me ha parecido, de entrada, motivo suficiente para postear, aunque bien no tenga claro, al inicio, de qué tratará. El año pasado, hice una especie de recuento de los primeros doce meses cumplidos por el blog, y el resultado no me satisfizo mucho. Hoy, ante la misma incertidumbre, pero con el compromiso de tener que escribir algo al cumplirse dos años del blog, compartiré con mis escasos lectores algunos datos aleatorios de su autor, o sea yo, y del mismo blog, esperando no repetir el ejercicio onanista que entregué con motivo de mi cumpleaños número 26.

Olvidé por completo escribir algún post alusivo a mis 27 años de vida, cumplidos en el mes de abril. Era la perfecta oportunidad para azotarme con el tema de que ésa fue la edad a la que murieron Robert Johnson, Janis Joplin, Jim Morrison, Jimmy Hendrix y, por supuesto, Kurt Cobain. Azotarme por no haber logrado nada importante en la vida en una edad en la que estos personajes ya habían logrado trascender en el mundo de la música. Ahora que lo pienso, estuvo bien no escribir nada de esto, pues habría resultado de una rotunda hueva, un caso grave de complejo de adolescente tardío noventero. He tenido la suerte de que, a falta de prudencia, la desidia y la fiaca me han preservado de cometer actos tan penosos.

Llevo dos años prometiendo textos del maestrazo Armando Vega-Gil; espero que este tercer año que comienza el día de mañana pueda finalmente compartirles sus excepcionales relatos. También ha hecho falta publicar textos de Eusebio Ruvalcaba y Jairo Calixto Albarrán, dos titanes de La Mosca, pero también ya habrá oportunidad (si no lo he hecho, es que no quiero saturar el blog de puros fusiles). Este año, como en ningún otro, he tenido la suerte de asistir a varios toquines; espero también tener tiempo de presentar las crónicas correspondientes.

Algo que merece la mayor de las reprobaciones, fue el pasar por alto la lamentable muerte del grandioso José Saramago. No recuerdo los motivos por los que incurrí en tal omisión, tal vez sólo fue que no quise parecer un snob, un douche, un pretencioso y aprovechar el funesto acontecimiento para el lucimiento personal. Al escritor portugués, no le hacen falta mis palabras, ni éstas podían ofrecerle un homenaje digno de su obra. Y otras reflexiones pendejas sobre su ateísmo en el lecho de muerte y después de ésta me parecieron de mal gusto.

He pensado varias veces ya dejar el blog; sin embargo, aunque sea muy esporádicamente, lo retomo. Creo que hasta que no haya escrito un mínimo de mamadas y malviajes propias que siempre, narcisista como soy, he querido transmitir, no consideraré la idea de abandonarlo definitivamente. Por ahora, escribo con gusto cada vez que puedo; o más bien, cada vez que quiero, pues regularmente muchas veces puedo y sin embargo no lo hago. Definitivamente quiero retomar mi otro blog, para escribir cosas más serias, si bien desde el mismo nivel superficial que mi circunstancia personal me permite.

También debo escribir sobre mis series de televisión favoritas, y de las que odio también (como Friends, aaaggrrrrhhhhh); y sobre todo criticar, que es algo que en realidad disfruto. Creo que dejaré fuera, por el más elemental pudor, algunos otros muchos pedos internos que tengo, pues su divulgación no conduce a resultados prácticos.

Me gustaría poder tocar nuevamente la guitarra. Nunca llegué a ser muy bueno (de hecho, sólo me aprendí las más elementales canciones de Nirvana). Sin embargo, siendo realistas, creo que no podré hacerlo en el corto plazo, pues actualmente otras actividades ocupan mi tiempo. Tengo la firme esperanza de que un día podré volverme a colgar una guitarra, así sea para tocar covers de los Doors en un bar de poca monta.

Últimamente empecé a escuchar podcasts. Sí sabía de su existencia, pero nunca me llamaron la atención, pues desde el nombre, "podcast", se me hacían poner cara de fuchi, ya que se trata de una denominación excesivamente rebuscada para un simple archivo o clip de audio. Recomiendo el de Olallo Rubio (ya mucha gente lo conoce) y el de libros de Prodigy, que cuenta con la colaboración de Nicolás Alvarado. También suelo bajar el de Polo Polo, donde muy de vez en cuando puede escucharse uno que otro buen chiste.

¿Qué mas? Mmm... pues mi vida sigue siendo un poco un desmadre y comienzo a creer que así va a ser siempre. Sin embargo, paradógicamente, con todo eso, siento que ahí la llevo, que estoy mejor que muchos otros (ja, pinche consuelo) y que i'm doing just fine. He sido más positivo. Chale, hasta a veces me digo a mi mismo: go get them, tiger. Muy onda de únete a los optimistas. De hueva. Neta la desgracia, el infortunio, lo sórdido y la tragedia son más poéticos, más interesantes; el degenere, la depravación, las bajezas humanas, los vicios. Si no, pregúntenle a Bukowski.

Y bueno, ya basta de divagaciones. Ya son suficientes párrafos para un post promedio. Ya cumplí. Aquí les dejo esto que se me ocurrió la noche del día de los dos años de mi blog, algo que todavía siento muy de mí. Hace un tiempo titulé un post como "escribir por escribir", pero creo que esta entry merece más ese encabezado.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Fuego (o Para de mamar, Guillermo Arriaga)


Un cliché muy gastado y ñoño dice que el hombre es el único animal que se tropieza con la misma piedra más de una vez. Esto es, uno la vuelve a regar muchas ocasiones de la misma manera, sin atender a las enseñanzas que nos ha dejado la experiencia. Naturalmente, a mí me ha pasado bastante, y seguramente me seguirá pasando, pues es difícil que a uno se le quite lo wey, sino que, por el contrario, esta cualidad parece acentuarse según transcurren los años.

El colmo de esta situación llegó hace unos días. Me encontraba de paseo con mi novia y pensamos que sería buena idea ir al cine. Qué película (pe-lí-cu-la, pe-lí-cu-la, no "peli" como mamona y pretenciosamente, queriendo sonar muy cool, dice la chaviza de hoy) habríamos de ver; ésa era la cuestión. Se me ocurrió sugerir, incauto de mí, la de Fuego (The burning plain), del guionista y ahora metido en director Guillermo Arriaga (tal vez lo recuerden por bodrios como Amores Perros, 21 gramos, y El búfalo de la noche, en su labor como guionista). Me acordé vagamente que en televisión alguien (mi peor enemigo, como se verá más adelante) la recomendó, mientras entrevistaba a su creador, el aludido "cineasta" mexicano, y ello fue razón suficiente para que soslayara la pésima experiencia que había tenido al ver las otras películas escritas por él, particularmente Amores perros y El búfalo de la noche (esta última, la peorcita), y optara por entrar a ver su nueva y flameante cinta, de nombre ya indicado.

Iban como 30 minutos de la película y ya me había arrepentido. Anticipé desde ese momento que se trataba de una gran mamada; y no me equivoqué. Se trató de una historia plana y aburrida, pero sobre todo inverosímil y pretenciosa hasta decir no me jodas. En otro post hablé, al comentar la cinta de Paranormal Activity, de que el cine se había vuelto un medio cada vez más socorrido para la práctica milenaria de la chaqueta mental, y este film no hizo sino confirmar mi aserto, pues Guillermo Arriaga, como pocos, la ha llevado a extremos de pretención y autocomplacencia notables. El argumento, los diálogos, el final, todo, una mamada tras otra. Veamos por qué.

Para empezar, el argumento es inverosímil, irreal, forzado, y sí, perdón por la reiteración, una jalada: Una jovencita gringuita de un poblado fronterizo (en la película no se menciona dónde exactamente) descubre que su madre, que anda ya en los cincuentas, anda de cabrona, esto es, tiene un amante, engaña a su esposo con otro wey. Ella es la única que sabe y, como siempre, el último en enterarse es el cornudo del marido. Al parecer, el descubrir que su jefecita anda en malos pasos vuelve a la muchacha un tanto amargada y a la postre, como veremos enseguida, termina por deschabetarla. El amante de la doña (dignamente interpretada, hay que admitirlo, por Kim Basinger) es un mexicano vecino del mismo poblado, que a su vez tiene su propia familia, esposa e hijos.

La senil pareja constituye su nidito de amor en una de esas casas rodantes, tan populares entre los white thrash gabachos, que se encuentra en medio del campo, alejada del mundo, donde no hay justicia, ni leyes ni nada, nomás su ilícito amor. Pues total que la muchacha, hija de la señora, se obsesiona con el amorío que tiene su madre y decide seguirla hasta el lugar donde ésta tenía sus encuentros adúlteros. Así, se convence plenamente de sus hasta entonces sospechas, e incluso tiene la oportunidad traumática de ver a la autora de sus días bien montada en su mexican curious. Fuera de sí, planea vengarse de la afrenta causada por su madre a su familia, y decide que la mejor manera de hacerlo es meterle un susto prendiéndole fuego a la casa rodante, mientras efectúa el acto copulatorio con su querido. Y así lo hace; nada más que se le pasa un poco la mano, situación comprensible si consideramos que en eso de la pirotecnia se requiere un mínimo de pericia de la que los principiantes carecen, y hace explotar el mueble, que termina ardiendo como las llamas mismas del averno.

De hueva, ¿no? Una novela, ¿no? En fin, apenas estamos comenzando. Cuando se descubre el accidente, se revela el dato gratuito de que los desdichados amantes se quedaron literalmente fundidos uno con el otro, pegados, pero no como perros, que a éstos con arrojarles un poco de agua basta para que, después de un forcejeo acompañado de lastimosos lamentos, se separen, no, sino como dos piezas que se juntan y se vuelven una sola. Hubo necesidad, se dijo, de cortarlos con una navaja para separar los cuerpos (otro dato innecesario). Las familias, al enterarse de las circunstancias en las que se produjo la muerte, se volvieron enemigas, como es entendible. Pero en este punto comienza lo irreal, lo inverosímil de la trama: resulta que la muchacha, que quedó severamente trastornada por el incidente, comienza a verse a escondidas con uno de los hijos del finado amante de su mamá, a primeras instancias de éste, que fue el que comenzó a acercarse. Para no hacerla larga, se vuelven algo así como novios, y "recrean" algunas de las hazañas amorosas de sus padres, o incluso más osadas: dormir y follar en el lecho marital, vistiendo las pecaminosas ropas de sus predecesores.

Ambos jóvenes orquestaron ese amor prohibido, pero quien parecía tener motivaciones más oscuras era la muchacha. Para esto, el mancebo no tenía conocimiento de que la responsable de la muerte de su padre era la bella chica. Sus familias por fin se enteran de esa relación perversa y aquellos infelices, despreciados por su gente, huyen juntos y se van a vivir a México. La joven ya va encinta. Pare y a los pocos días abandona al chavo con la hija (uno como quiera, pero ¿las criaturas?). Años después, el chavo, ya convertido en "todo un hombre", sufre un accidente y le pide a un amigo o hermano de él que busque a la madre de la niña, que era la desquiciada muchacha que achicarró a su madre y al amante de ésta. La encuentran y ella después de resistirse un poco, decide volver con la niña y con el hombre, y en este punto termina la cinta, sugiriendo que tal vez la familia se reencontró y vivió feliz por siempre jamás.

O sea, una vil jalada. Me explico: la actitud de la muchacha de querer relacionarse con el hijo del amante de su madre, enredarlo y, como se dice vulgarmente, encularlo, y llevar una relación "prohibida" es irreal, inverosímil, pues en el más elemental sentido común la reacción de dicho personaje debía ser diversa hacia la familia del amante de su mamá, que de paso arruinó la vida de la suya propia. Es decir, ¿por qué le hizo jalón al chavo y le pidió huir con ella? ¿Por qué la joven aceptó el ayuntamiento carnal incluso en el lecho de su madre y con su camisón de señora, si la infidelidad de ésta le ofendió hasta tal punto que decidió prenderle fuego? Se supone que mencioanda señorita vivió atormentada por haber ultimado a su madre por medios violentos -lo que se confirma cuando años después confiesa al padre de su hija mientras este se encontraba inconsciente en la cama de un hospital que ella fue quien hizo explotar el nido de amor de la veterana pareja-; si fue así, esto es, si el evento le produjo tal shock, ¿por qué le dio entrada, insisto, al otro chavo y por qué lo enamoró? Es decir que le empezó a remorder la conciencia desde que nació su hija, pero ¿por qué? Actos más transgresores y procaces cometió y con toda la frescura, sin remordimientos. Es simplemente ilógico.

La historia se resume a una chava que mata a su madre preterintencionalmente, porque descubre que ésta tiene un amante; se liga después al hijo del amante; hacen una criatura por la unión cachonda de sus sexos, la chava la abandona y regresa años después arrepentida, dispuesta a volver a empezar. O sea, una vil telenovela. Ahora bien, la película, a más de aburrida, decíamos, es en extremo pretenciosa, pues quiere aparecer como una obra compleja en la que "se cuenta" muchas historias, difícil de digerir, abstracta, hasta profunda y reflexiva. Para tratar de lograr ese efecto, nuestro fallido director y guionista recurre a la fórmula ya muy gastada por las películas en las que ha intervenido, de no contarlas de forma lineal, sino dando saltos temporales aleatorios, atrás-adelante-en medio-atrás-adelante, y así hacerla más "interesante" ("más chingona", dirá seguramente). Pensó que mantendría en un suspenso casi cardiaco a los espectadores, que los volvería locos, que lo considerarían el más grande director desde Kubrick por esa "novedosa" forma de "contar historias" ("contar historias" ¿hay algo que se escuche más mamón y pretencioso que eso?).

Pero siguiendo el principio de la navaja de Ockham, debemos optar por la explicación más sencilla: al no contar con una buena historia, se optó por narrarla con las alternancias temporales ya indicadas, para hacer más "compleja" la trama y de paso impresionar a más de un neófito ("goeeiii, pinche Arriaga es una verga, goeeiii; o sea, me condundí cañón; osea, sí te pone a pensar, gooeeeeii"). Una puñeta mental. Un churro prescindible como el que más, digno de confinarse al más oscuro de los olvidos.

En una entrevista reciente, el director, orondo por su nuevo estreno súper mega chingón, dijo que le había tomado diez años (¡Diez putos años!) realizar la película, desde que comenzó a escribir el guión. O sea, como diciendo, es de tal complejidad y chingonería, y tan no tiene su putísima madre, que me entretuve harto en escribirla y filmarla. Me quemé la cabeza ideándola; ni pinche García Márquez que se tardó en escribir Cien años de soledad menos de dos años. O sea, diez años, gooeeeiii. Los gringos cuentan con la palabra exacta para etiquetar a un cabrón así: douche.

En resumen, se trata de un penoso ejercicio cinematográfico: pretencioso, mamón, pobre, puñeto, cuyo elemento más rescatable es la escena en que la hermosa Charlize Theron deslumbra a todos con su desnudez maravillosa.

jueves, 15 de julio de 2010

El día en que conocí a un guacarróquer

Éste es un post que adeudo al blog desde hace buen tiempo, casi desde que comenzó. Señalé en varias ocasiones que, cuando inicié la serie "Los Maestros" fusilándome textos de Eusebio Ruvalcaba y Jairo Calixto Albarrán, este espacio tendría un lugar especial para hablar de las personas que han ganado mi admiración por su destacado desempeño en los campos de la literatura, el arte, el periodismo, la música, el cine, los malviajes. Y a este personaje en particular lo he querido incluir desde entonces, mas por razones de diversa índole no lo había hecho, principalmente por la oportunidad y la pertinencia del tema.

Pero los azares del destino pusieron la ocasión para que finalmente hable en este blog del gran músico, escritor y cineasta en ciernes que es Armando Vega-Gil. Fue el caso que el sábado pasado amanecí en el Distrito Federal, adonde había llegado para visitar a mi novia, quien se encuentra radicada en la inverosímil capital del país. En una de ésas, terminando de desayunar, mientras digería la comida y esperaba la cuenta, chequé el Face en mi cel y me percaté de que ese mismo día sábado, en un café de la Zona Rosa, estaría tocando el personaje de marras, junto con el grupo que se honra de tenerlo entre sus modestas filas, llamado Arraigo Domiciliario, de otra señorita que responde al nombre de Susana San José Aullet. Sin dudarlo, sugerí a mi chava asistir esa noche al toquín, a lo que accedió, más que por convicción por darme gusto (lo cual agradecí).

Sé que sería ingenuo presuponer que el lector conce la obra del Armando Vega-Gil, así que diré que, para empezar, es uno de los miembros fundadores del legendario grupo de rock mexicano Botellita de Jerez, que formó a principios de los años ochenta junto con Francisco Barrios "El Mastuerzo" y Serio Arau "El Uyuyuy" (el mote del buen Armando es "El Cucurrucucú"), creadores y únicos practicantes del llamado guacarrock. Grupo que hasta el día de hoy sigue tocando, después de las más diversas tribulaciones que lo han asolado durante su historia, entre separaciones, deserciones y demás pedos (hablar de la historia, importancia y aportación cultural del grupo ameritaría un post aparte, que espero algún día entregar, pero por el momento ahí le dejo). Asimismo formó parte, junto con Fernando Rivera Calderón, del grupo de sátira política El Palomazo Informativo. También, hace bastantes añitos, fue guionista de El Güiri Güiri, cuando todavía estaba en lo que se llamó Imevisión. Fue periodista cultural y de rock; escritor de cuentos (lo que le ha llevado a conquistar premios nacionales), o mejor dicho, escritor a secas, descripción que le hace más justicia. No me consta, pero muy probablemente también venda mole los domingos.

Sin embargo, para mí, su mayor aportación, a la par de su fundamental contribución a la música popular mexicana, es su serie de textos intitulada "El dario íntimo de un guacarróquer", que aparecía como una especie de columna en la mítica revista impresa La Mosca en La Pared. En estos textos, el autor contaba las aventuras vividas como miembro de Botellita de Jerez, entre tocadas, pedas, mujeres, desmadres, sexo, drogas y rock 'n roll (o, más bien, y guacarrock). La verdad cruda, sin tapujos ni concesiones, de las experiencias del grupo quedó retratada en esos maravillosos relatos. Pero lo grandioso no era sólo las experiencias por sí mismas, sino principalmente la manera en que eran contadas: para empezar, se narran en el contexto de una realidad paralela en la que el grupo, sus integrantes y demás personas involucradas tienen un nombre diferente, pero parecido, que logra identificarlos, y que además está contada por el alterego de Armando Vega-Gil, Armiados Güeva-Vil, en un sempiterno diálogo entre estos que busca indagar en lo más hondo de las vivencias del músico, para reírse de ellas (de sí mismo), para mostrarlas cínicamente y hasta para llorarlas y así llegar a la catarsis que finalmente anhela el autor. A la par de ello, el estilo narrativo, único e inigualable, dotaba de una gran expresividad a los textos, al emplear un lenguaje deliciosamente procaz, grosero, políticamente incorrecto, escatológico, llevando la vulgaridad a niveles barrocos, y dejando al lector con el estómago revuelto, a punto de vaciarse, cuando no cagado de la risa. (Pronto transcribiré para los escasos seguidores de este blog una de las joyas de este maestrazo).

Historias que fueron compiladas en un libro intitulado "El diario íntimo de un guacarróquer", de cuya primera edición logré rescatar, algunos años después de tirada, un tomo invaluable, y que después fue nuevamente editado, ahora con correcciones, adiciones ("corregida y aumentada", cómo odio esa gastada formulita) y actualizaciones, esto es, alteraciones, las cuales, he de decirlo, reprobé. Mas ésa es otra historia y tal vez la toque en otra ocasión con puntualidad.

Pero volvamos a nuestro relato inicial. Resulta pues que, según acordamos en la mañana, mi novia y yo nos dirigimos al café El Péndulo de La Zona Rosa, donde iba a estar tocando Susana San José y El Arraigo Domiciliario, y con ellos, en el bajo, como siempre en el bajo, Armando Vega-Gil. El lugar era bastante acogedor ("¿Acogedor? ¡Voy de nalgas!", como dijo el joto del chiste) y aunque no estuvo demasiado concurrido, la verdad fue que sí se disfrutó el toquín. Yo no había escuchado nunca a la Susana y el Arraigo (para mi novia, quien alucinó a la prometedora cantante, fue debut y despedida), pero me llevé una grata sorpresa con ellos, pues tocan bastante bien, moderadamente elaborado, exacto, efectivo, rolitas bien armadas de gente que se ve que sabe tocar (aprendan, pinches banditas locales), y la presencia y expresividad de la cantante Susana San José, quien hacía alarde de un gran dominio escénico, además de una muy buena voz (aunque con una ligera concentración de plomo en las venas, hay que decirlo, pero en fin).

Pues ya, terminaron su show que duró más o menos una hora y decidí que nos quedáramos, nada más a ver qué pasaba. Total que pasó un ratito y el maestro Armando se alejó, así que le dije a mi chava que me acompañara a acercarme a platicar con él y me tomara una foto, a lo cual se negó, hastiada ya de la velada. Esto me detuvo por un momento, pero después me valió madres y fui yo solo hasta el escenario y pues ya llegué y lo saludé al cabrón. Como no quise parecer un fan desesperado (no es que no lo sea, sólo que me gusta guardar las aparciencias), llegué acá todo yo muy cool y hasta lo tuteé, no por igualado, sino porque lo sentí más natural, y porque aunque su pelo ya pinta algunas canas (ya rebasa fácil el medio siglo de vida), sigue siendo desmadroso y alivianado, rockero y bohemio ( ¿"rockero y bohemio"? ¡Dios, no me creí capaz de tanta cursilería!). Él obviamente pues me respondió muy accesible, con mucha sencillez.

Lo felicité por el toquín; le dije que venía de Aguascalientes y que en estas marginadas tierras la gente clama por ver a Botellita; le pregunté por la película del grupo, Plan B creo que se llama, y por qué no se ha exhibido por acá; dijo que no había copias y que era un desmadre, con un gesto de desazón. Añadió que estarán tocando el próximo 24 de julio en el Teatro de la Ciudad, del D.F. donde también presentarán el dicho film. Explicó que básicamente por falta de contactos no venían para acá, pero que no había otra razón. Iluso, ingenuo, le dije que yo organizaría algo para traerlos (ajá; sí, wey) y dijo que simona la cácara. Nos tomamos la foto del recuerdo que engalana el encabezado de este post (para los que pregunten, no estoy así de cachetón, sino que deliberadamente agarré aire, y lo alojé en la panza y en mis mejillas).

Chale, todo fue muy rápido y me quedé con varias cosas que preguntarle, pero tampoco me quise ver muy hostigoso. Será en otra ocasión seguramente, y entonces revelará qué tan verídicas son las historias del Diario, cuándo lo terminará (o, ¿alguna vez lo terminará?), y particularmente si la aventura de las viejitas del tren, en el que viajaba con El Mastuerzo, fue real. Con todo, me llevé una muy buena impresión de él, muy sencillo, aliviandado y pachecón (estaba a punto de poner "locochón", pero la prudencia me contuvo) y, quién sabe, quizá me ponga las pilas y haga por traer al Cucurrucucú, al Uyuyuy y al Mastuerzo.

domingo, 18 de abril de 2010

Una sincera y humilde disculpa al noble pueblo de Colima


En concreto a la noble gente de Tecomán, y más en específico a los visitantes de la playa Boca de Pascuales. Y es que sucede que, en mi más reciente visita a tierras colimenses, de vacaciones por la Semana Santa, también llamada Mayor, y por circunstancias azarosas, descubrí, -o recordé, ya ni sé- una de mis facetas más nefastas al momento de agarrar la peda, y que lo es, la de sacar lo agresivo, mamón, alzado, pasado de lanza, hocicón. La terminología actual de la chaviza llama al común fenómeno "malacopear".

Así es, parece que cuando me encuentro lo suficientemente intoxicado con alcohol en cualquiera de sus presentaciones, y se suman algunos otros factores que hasta el momento no he logrado identificar, tiendo a ser "malacopa". De por sí que la expresión no me gustaba mucho, menos ahora que dicen que yo lo soy. Las víctimas de mis malos ratos y de mi pedez fueron, en esta ocasión, los amables habitantes de la ciudad de Tecomán, Colima. Ese día, nos dirijimos desde la localidad de Cuyutlán, en el mismo Estado y donde hicimos nuestra estancia en esa viaje improvisado y de último minuto, hacia Tecomán, a la búsqueda de aguas más tranquilas y un diverso cotorreo.

Llegamos a la anhelada ciudad y nos dirijimos, ya se dijo, a la playa Boca de Pascuales, donde todo sucedió. Empezamos, como en rigor es debido, apenas nos hubimos instalado en la playa. Cerveza tras cerveza se nos iba como agua. Todos bebimos en cantidades groseras, animosamente, pero al al parecer, quién sabe por qué, nada más a mí se me subió bien cabrón. Muy probablemente ello se debió a que había dormido poco en los últimos días; pero en fin, el chiste fue que me puse, como se dice vulgarmente, hasta el huevo. Yo la verdad no recuerdo los momentos más molestos de mi embriaguez, y quizá eso es prueba suficiente de que si existió y en un grado que rayaba en lo grosero. Chale, y pensar que todo empezó con un inocente e inocuo juego de voleybol (¿sí se escribe así?), en el que entre punto y punto, cambio de saque y de cancha, me daba la oportunidad de suministrarle más y más alcohol a mi puerquecito.

Pero bueno, ya sin tanto rodeo, según me dicen, si la cagué pero en serio. Primero, empezé a agredir verbalmente a los demás participantes (estábamos echando reta) y los quería sacar de la cancha para reemplazarlos a la de a huevo, aun cuando no hubieran terminado; no les quería entregar el balón cuando caía en mis manos. Seguí prodigando improperios a quien parecía merecerlos, y al que no también. Traté de incitar a un cuate a golpear a un lanchero (o algo así), a lo cual, afortunadamente no me hizo jalón. Hasta me quería llevar una sombrilla de ésas que son de los de la playa, de las que rentan. Total que, para resumir, me salió lo hocicón y dije hasta lo que no. Y eso solamente en la playa, porque ya de regreso para Cuyutlán, al pararnos en un OXXO, todavía en Tecomán, también me puse algo insoportable, pateando puertas, diciendo más pendejadas y con una constante agresividad. Bueno, con decirles, apreciables lectores, que a un pobre cristiano que trataba de efectuar la deyección en paz no lo dejaba, y trataba de apurarlo, de urgirlo, sin tener en cuenta si sus capacidades esfintereanas permitían una rápida terminación. Afortunadamente mis exigencias no incidieron en su velocidad de ejecución y por lo mismo no pudo salir del baño para ponerme mis putazos, como muy seguramente lo merecía.

Ya saliendo de ahí me tranquilicé un poco, si bien al llegar al departamento donde nos alojábamos en Cuyutlán me puse de "malacopa" con otro cuate, mal pedo. Creo que esto último ya fue una cuestión menor, y por eso no se le dio mucha importancia, además a este wey yo -y a los demás- lo he aguantado en situaciones análogas de embriaguez, así que digamos que quedamos a mano.

Aun así, con todo, me quedó cargo de conciencia con la gente bonita de Tecomán; ellos qué culpa tenían, ¿o no? Ése es el motivo de este post, disculparme con los nativos que no la debían ni la temían (aunque ya deben estar acostumbrados de tanto turista desmadrosito y mamón). Fue bien curioso cómo todo comenzó con un juego, en el que reinaba la cordialidad y, si se me permite la expresión, el fair play, y terminó en una situación desagradable para todos (bueno, menos para mí, que yo andaba feliz de la vida en mi desmadre). Chin, y pensar que en ese mismo lugar, en esa misma playa, hace unos 17 años pasé unas vacaciones entrañables, las mejores seguramente de mi vida, cuando nos fuimos en bola gran parte de la familia (abuela, tíos, primos, etc.). Fue lo que más me pudo, porque guardo de ese lugar muy buenos recuerdos, y ahora me da cierta pena mi comportamiento, aunque también por otro lado, y sin tomarme tampoco tan serio la situación, se me hizo de lo más loco, divertido y anecdótico. Pobres de los que me tuvieron que aguantar, pero yo, yo, me la pasé re bien, aunque redescubrí que algunas veces, ya entrado verdaderamente en la borrachera, malacopeo gacho gacho.

Pero igual, como todo en esta vida es aprendizaje, a mí que quedó esta reflexión, que esbozo parafraseando a Wilde, y lo es que he descubierto que el alcohol, en las cantidades adecuadas, produce los efectos de la pedez, y en mi caso, a su vez, los de la malacopez.

martes, 30 de marzo de 2010

Y volver, volver...

Hoy hace exactamente 3 meses, con los pocos alientos que me quedaban, y de una forma más bien arrebatada (aunque el resultado no me pareció tan malo), escribí mi último post. No lo recuerdo bien, pero casi estoy seguro que éste ha sido el más largo periodo de sequía de este blog, sequía que parecía prolongarse indefinidamente, o bien, incluso llegar a un triste y deshonroso final para este espacio -y en su etapa menos prolífica, por si fuera poco. Pero no, aquí me tienen retomando éste que muchos -entre ellos, a veces yo- consideran un ejercicio de necedad, narcisismo gratuito y autocomplacencia, si bien hasta estos momentos no tengo claro de qué va este nuevo post, el primero del año 2010. Esperemos que conforme se vaya desarrollando pueda advertirse un tema o idea conductora de sus párrafos, para que al final tengamos un producto completo, coherente al menos en apariencia.

Así pues, para seguir con lo anterior, comenzaré por tratar de establecer las posibles causas del prolongado letargo de este blog. La primera de ellas ha sido, naturalmente, la falta de tiempo. Desde los estudios de maestría que acabo de emprender este año en la ciudad de Guanajuato, hasta las estancias en distintas ciudades los fines de semana por motivos tanto amorosos como desmadrosos. Esto me ha mermado en cuanto a tiempo y ganas de trabajar, aunque paradójicamente ha dado mucho sobre lo cual escribir (si bien no lo plasmé en este blog y probablemente nunca lo haga). Otra razón es la intensa hueva que siempre me ha acompañado, y a la que le debo la frustración de muchos proyectos que he emprendido.

Aunado a las anteriores razones, hay otra de no menos importancia: conforme va pasando el tiempo y se deja de escribir, se va haciendo cada vez más difícil retomar la pluma, o, en este caso, el teclado. Por un lado, se pierde la práctica y el hábito; ya no recuerda uno ni por dónde se empieza, ni cuál era la metodología -si existía alguna- que se empleaba. Por otro lado, entre más notoria se va volviendo la ausencia, existe la exigencia autoimpuesta de volver con un súper post, uno que haga historia, uno que redima, que consagre y que haga olvidar a los lectores el exageradamente largo silencio del autor. Un regreso triunfal. Esta necia pretensión, empero, deviene en un círculo vicioso, en el que no se escribe porque no se concibe ese post magnífico que nos habrá de reivindicar, precisamente porque por la misma inactividad se ha perdido la práctica, el hábito e incluso la inspiración. Así que todo parece un callejón que no tiene salida, sino sólo regreso al punto de partida, la inacción.

Esta breve reflexión y lo que se propone para salir de ese círculo vicioso no son de mi autoría, naturalmente, pues en estos momentos de impotencia intelectual sería impensable que yo los hubiese concebido. Muchos otros bloggers (creo que ese término nunca me terminará de convencer) han pasado por las mismas vicisitudes e incluso han llegado a identificar el problema y lo han superado, tal vez sin tener conciencia de cómo lo hicieron; sin embargo, uno de ellos logró desentrañarlo, acotarlo, digerirlo, y proponerle una solución metódica; por ello, se merece todo el mérito, aunque sinceramente su blog me gusta cada vez menos. Y la respuesta es simple: escribir, simplemente volver a escribir cualquier cosa. Escribir por escribir y dejar de lado pretensiones exageradas.

Sin embargo, la solución de simplemente retomar el ejercicio, por más puñetero que sea, de escribir, no fue lo que en definitiva me determinó a hacerlo, sino el haber encontrado una razón para continuar con esta práctica, a pesar del lógico desinterés que la gente tiene de leer las jaladas que escribo. Yo me cuestionaba la continuidad de este blog por el hecho de que ya muy poca gente, que se podía contar con la palma de una mano y sobrando dedos, lo leía con regularidad; y por ello, necesitaba una razón para continuar con esto. Afortunadamente la encontré, cuando casualmente en otro blog me topé con una cita de Oscar Wilde, ingeniosa como todas las suyas:

"No voy a dejar de hablar sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no entiendo ni una palabra de lo que digo."

Es decir que por más pendejadas y sandeces que uno diga -o, en este caso, escriba-, ello se ve justificado por el simple hecho de disfrutar hacerlo, por encontrar regocijo en lo que uno tiene que expresar, aun sea para uno mismo. Lo dije cuando empecé este blog y ahora lo confirmo: esto es, ante todo, un ejercicio narcisista. Así sea, pues.

Así que aquí me tienen, escribiendo cualquier cosa para volver; y cuándo volveré a volver, eso no lo sé.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Aléjese: Actividad Paranormal


Desde que el cine apareció como medio de expresión, muchos han sido los caminos que ha tomado y las funciones que ha desempeñado: desde un sofisticado proveedor de diversión y entretenimiento, pasando por por su faceta de inmejorable negocio, hasta un instrumento propagandístico de los régimenes totalitarios y una forma de expresión artística (esto último, en poquísimos casos). Tales son los usos más conocidos o los derroteros más socorridos por los que discurre el llamado séptimo arte.

Sin embargo, existe otro uso que se le da en la actualidad, al que se recurre con una frecuencia francamente preocupante. Hablamos de la puñeta mental. Ahora el cine se ha vuelto un medio más a través del cual puede llevarse a efecto esta antiquísima práctica. Un fenómeno que parecía privativo de otras expresiones artísticas (es un decir), como la música (ahí tenemos a Bunbury, Maná, Panteón Rococó, el pendejo ése del Juan Son, entre un largo etcétera, etcétera), ahora aparece mucho más a menudo en el mundo del cine. Tal es el caso (por fin dejo tanto rodeo y anuncio el tema de este post) de una película gringa llamada Actividad Paranormal (Paranormal Activity), que recién se estrena en carteleras.

Efectivamente, contrario a lo que afirman bastantes personas que dicen ya haberla visto, la cintucha de marras es una gran mamada, una verdadera chaqueta mental, digna de glorias del cine mexicano como Fernando Sariñana, Gael García Bernal (en su chaqueta mental de jugar al director) y, por supuesto, con la mención honorífica correspondiente, Alejandro González Iñárritu. El film relata la historia de una pareja de chavos que unieron sus vidas en amasiato, y que se fueron a vivir a la casa de la mujer, una güereja gordibuena que pese a estar un tanto desabridona, resultaba hasta eso cogible.

Pues ahí tienen que al principio la pareja se la pasa un poco pendejaeando, jugando con una cámara de video que el concubinario seguramente consiguió en el mercado negro. El chavo filmaba a su morra, y así transcurren como de 20 a 30 minutos de la película, lapso durante el cual bostecé en repetidas ocasiones y traté de matar el sueño con alternados sorbos de mi coca light (es que quiero adelgazar) y feroces mordidas a mi bagui, así como con comentarios intelectualoides que tuvo que soportar mi significant other (ya se acostumbrará). La muchacha, cuyo nombre no recuerdo ahora, comienza a platicar sobre ciertos ruidos que escucha en las noches en su habitación, y que extrañamente no provienen del tracto intestinal de su amado -que siempre cena y desayuna frijoles con huevo (no se menciona en la cinta, pero mi sentido arácnido lo intuye)-, ruidos que la aterrorizan y la tienen sin sosiego.

Para tratar de explicar la situación, nuestra heroína, la concubina, busca la ayuda de los expertos en la materia: los charlatanes. Así, se hace de los servicios de un medium que más bien resultó medio putón y le sacó al parche aduciendo que él ahorita casi no andaba expulsando espíritus chocarreros de las casas, sino que sólo hacía limpias con epazote y amarres tipo me haz de amar. Pues total que para esto, el novio, que se sentía Juan Camanei, decidió poner su camarita a grabar en las noches los aposentos de esta simpática parejita, para captar cualquier evento paranormal (y también, no nos hágamos tarugos [Chimoltrufia dixit], grabarse haciéndole la relación a su vieja). Así, logra videograbar, durante varias noches, las fechorías de un supuesto ente sobrenatural (nunca se dice en la cinta qué es o qué pueda ser, según esto para crear más suspense, intención lastimosamente fallida). Y así trascurre otra hora más o menos de la película, entre escenas de cama (no eróticas, lamentablemente) y escenas donde, durante el día, los habitantes de esa casa maldita, concubina y concubinario, se aterorizan cada vez más por lo que pasó la noche anterior, cada vez más perplejos y con una mayor sensación de impotencia ante la situación.

Así se sigue desenvolviendo la película hasta brusco, intempestivo, injustificado y chafa final (el cual no se revelará en este post, porque es de mal gusto, aunque debería como un deber cívico), después del cual más de uno, entre ellos el suscrito, se quedó con cara de what. Tan tan. Eso fue todo. Ahora bien, ¿por qué digo que la película es una vil y corriente chaira mental? Sencillamente porque resulta en extremo pretenciosa. Es una película con un presupuesto de once mil dólares, bastante pedestre, pero que precisamente busca en tales circunstancias constituirse en objeto de culto, en obra de arte. Como decir: "soy bien chingón; hice una película con poca lana, pero como tiene una trama y una dirección súper mega verguísima, eso no importa, sino que la vuelve más chida, y además me muestra como el creativo de creativos. Cáguense de la envidia, compañeros de la carrera de cine; cágate de envidia, Hollywood."

La película se supone que es de terror, pero en realidad sólo un par de veces logra arrancar, entre algunos despistados, un par de medianos sustos. En realidad carece de trama, de historia. Es simplemente una sucesión de escenas sin sentido, tratando patéticamente de lograr en el proceso algún susto gratuito, descontextualizado (al carecer de trama la película, tampoco tiene un contexto claro), y de lograr un final pretendidamente muy espeluznante, que más bien resultó caricaturesco, chafísima y totalmente injustificado, como se dijo.

Y párale de contar. En resumen, una película larga pero aburrida. Una verdadera caca que nos muestra una vez más que allá, con los güeros, también se cuecen habas, y que la chaqueta mental es practicada con regularidad.

Evítese a toda costa esa cinta; no tire su dinero a la basura. No la vea. No la vea.