domingo, 31 de mayo de 2009

Moteles




Buscando recuperarse por las pérdidas ocasionadas por las medidas impuestas con motivo de la reciente contingencia sanitaria, los empresarios moteleros del Estado de Aguascalientes, representados por la Cámara Estatal de la Industria Motelera, A. C., han visto la necesidad de darle publicidad a sus negocios para reavivarlos, a fin de que los usuarios de los mismos vuelvan a depositar su confianza en ellos cada que necesiten un nidito de amor, o que quieran seguir perpetrando amoríos ilícitos.

Es por ello que ante la creciente popularidad que ha ganado éste su blog favorito, dicha asociación civil buscó a su autor, el de la voz, para que por este conducto promoviera con sus lectores las diversas opciones que existen en el Estado en materia motelera, para que una vez conociendo éstas elijan las que más se adecuen a su perfil, perversiones y necesidades. Preocupado siempre por la disipación de la sociedad, éste, su charro, no dudó en aceptar. Aquí el catálogo:

Casa Belén. Ubicado en una de las principales y más céntricas avenidas de la ciudad, no se trata en estricto sentido de un motel, sino de un hotel. Empero, ante los escasos huéspedes que se arriesgan a alojarse en un nido de ratas como ése, los administradores se han visto en la necesidad de extender los alcances de los servicios ofrecidos y así permitir que las ganosas parejitas puedan expresarse su amor en el interior de sus suites. Aquí no hay room service, así que si se decide por esta opción tendrá que llevar su propio pomo, refresco, hielos y vasos. Según mis fuentes informan, la tarifa en este establecimiento es de 100 devaluados pesos la noche.

El Pedra. Éste sí que es motel. Uno de los más caros y exclusivos, donde las señoras maduronas con el suficiente poder adquisitivo deciden que tomen lugar sus infidelidades. Éste no es nada céntrico, pues se encuentra casi en las afueras de esta ciudad de Aguascalientes, a la salida a San Luis Potosí. Servicio a la habitación sí hay, e incluye desde bebidas y alimentos hasta los más inverosímiles juguetes sexuales. También hay jacuzzi y televisión por cable. Si usted tiene una novia fresota, éste es el lugar indicado para llevarla después de una ronda de copas. Así también, si tuvo la habilidad de ligarse a una chavita en el Night o el Savannah, ésta es una buena opción para cerrar la noche con broche de oro, y regalarle a la susodicha un bonito recuerdo de Usted, considerando obviamente que después de esa noche no lo volverá a ver en la vida. La tarifa oscila entre los 400 y los 1000 pesos, dependiendo del cuarto.

La Jolla. Un motel de poca monta. Sin embargo, sus usuarios lo defienden a morir, e incluso lo recomiendan. Si en estos andares de la vida usted se llega a controlar a una cholita en algún baile del Magno Salón del Alba(ñil), y la misma le hace jalón y ya desde el baile le viene restregando sus asentaderas, este motel es la opción perfecta para cumplirle a la fina señorita: sus interiores descarapelados y reducidos, sus cucarachas, sus camas duras como piedra y sus sábanas acartonadas por los efectos de quién sabe qué sustancias, le brindarán a su populachera conquista un ambiente de familiaridad que la hará sentirse como en casa y así mostrar un mejor desempeño en el encuentro amatorio. Tiene televisión con cable, mas room service no. Un amigo cercano, cuyo nombre no revelaré para proteger su identidad, y del que sólo diré que le apodan "El Rata", gusta de llevar a las féminas (puras arañas) que se levanta a este rincón de pasión y locura, y parece estar muy conforme con el servicio que recibe a cambio de unos módicos 220 pesitos.

El Asfexias. Otro motel de gran calidad. Se localiza al sur de la ciudad, como quien va para León. Cuartos espaciosos y funcionales, pantallas gigantes y jacuzzi. También cuenta con cuartos temáticos. Si usted busca lucirse con alguna conquista o celebrar una importante fecha, aniversario (incluidas esas variantes mamonas de week anniversary o month anniversary) o día de San Valentín con la 1 (léase la novia oficial o la esposa, según la nomenclatura masculina convencionalmente aceptada), encontrará en este establecimiento el mejor escenario. Mucha discreción. Precios que van desde los 400 hasta los 1200 pesos.

Motel Vallarta 210, interior 39. Tamién conocido como "La Casa del Farol", fue un legendario motel con una ubicación al oriente de la ciudad tan confusa como conveniente: ofrecía una gran discreción y aseguraba que la víctima a la que se llevase no pudiera recordar el lugar al que la condujeron: el crimen perfecto. Minimalista y sin mayores lujos. Nada de room service, así que había que llevar lo que se habría de consumir. Espacioso, aunque no tenía mucho cupo, el cual estaba saturado la mayoría de las veces. Pocos eran los afortunados que sabían de su funcionamiento, lo que contribuyó a que se constituyera en objeto de culto. Era, además, un lugar versátil, ya que en ocasiones llegaba a funcionar como salón de fiestas. Su mobiliario permitía, si había la suficiente imaginación por parte de los usuarios, que se ejecutasen las más diversas posiciones amatorias. Tuvo una vida efímera, de apenas un año y medio. Empero, se libró en él las más intensas batallas máscara contra cabellera (a veces cabellera contra cabellera, cuando no se contaba con la protección debida), y las mayores excentricidades y extravagancias fueron celebradas en el seno de sus cuatro paredes (también en los senos de sus visitantes). En sus últimos tiempos, acababa de ser remodelado y equipado con diverso mobiliario, patrocinado por un tal Richard, reconocido benefactor del negocio, pero el gusto duró poco, ya que unas cuantas semanas después cerró definitivamente sus puertas. Actualmente el inmueble de marras ha recibido una vocación habitacional, y de sus días de gloria sólo quedan recuerdos, entrañables recuerdos.

El Castillo. A decir verdad, un motel bastante decente, aunque suene a contrasentido. Se encuentra en uno de los cuatro accesos de la ciudad, hacia el poniente. Bueno mobiliario, alcobas espaciosas con o sin jacuzzi. Bastante limpio y con cortinas eléctricas en cada cuartito. Servicio a la habitación. Televisión con algunos canales del cable y con cuatro o cinco canales más donde se transmite puras porkis. Buena iluminación, que permite regulación según se vaya requiriendo. Los productos que se ofrece están a precios accesibles. Tal vez la mayor bondad que tiene este lugar es que cuenta con grandes espejos en una de las pardes ubicadas a un costado de la cama, en los que los asistentes pueden estarse viendo mientras efectúan el acto copulativo, lo que contribuye notoriamente a mejorar la experiencia sensorial que éste supone. Precios accesibles que van de los 290 a los 350 pesos, según se quiera cuarto con o sin jacuzzi.

El Moa. El famoso Moa. De características similares a El Castillo, este motel goza de menor preferencia que su antecesor, si bien se ubica justo a un lado de éste. No sé si pertenezca también al mismo dueño. Comenzó a perder adeptos desde que se corrió el rumor de que los encuentros íntimos de los tórtolos que visitaban sus instalaciones eran videograbados, para después venderse, en formato dvd o vcd, en el tianguis de La Purísima, justo en el puesto donde también se puede encontrar el video porki de Michelle Vieth y el de Noelia. Es muy común que quien asista a este bonito establecimiento lo haga motivado por la circunstancia de que su vecino, El Castillo, se encuentre totalmente ocupado. Es una buena opción, empero.

Motel Cuerveros. Este motel es lo de hoy. Es el más nuevo y el que está de moda. Abrió sus puertas hace algunos meses y tiene un mobiliario bastante aceptable. También está algo escondido y retirado, en el vecino, próspero y progresista municipio de Jesús María. El encargado es un tal El Ranas, de rasgos autóctonos y con una notoria aversión hacia los productos del cuidado capilar. Él los atenderá (en el buen sentido de la expresión) con gusto. Es espacioso y ofrece un amplio abanico de posibilidades en lo que a recreaciones eróticas se refiere. Como acaba de abrir, y a manera de promoción para atraer clientela, está regalando preservativos, para que todo aquel que concurra al recinto no tenga que llegar previamente provisto de tan útiles instrumentos y, de paso, no lastimar tanto su bolsillo. Se habla de que pronto establecerá un convenio de colaboración con la conocida cervecería "Las Potrancas", con el fin de que los parroquianos que frecuentan este centro de perdición puedan llevar a sus ligues en turno directo a este nuevo motelito. Aun cuando está de moda, es un lugar muy exclusivo y solo algunos pocos saben de él, pero pronto todo el mundo hablará de él. Las tarifas son variables, pero si le caes bien al tal Ranas, hasta te deja pasar de a grapa.
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Nota importante: La información que aquí expone ha sido proporcionada, reitero, por la Cámara Estatal de la Industria Motelera, A. C., y por ningún motivo debe pensarse que el conocimiento de la misma deriva de la propia experiencia del honorable autor de este blog.


miércoles, 13 de mayo de 2009

Una mosca parada en la pader


Transcurría sin mayor agitación el año de 1999. Sí, han hecho bien sus cuentas, tenía en aquellos mancebos ayeres la inocente y puñetera edad de 16 añitos. Probablemente a mediados de esa anualidad, no recuerdo exactamente qué mes fue, me dirigí a la famosísima e insigne tienda -tal vez la única en su génereo en ese tiempo- denominada Lo Machín del Rock, negocio en el que se expendía los más diversos productos que la juventud rockera aguascalentense demandaba: playeras de grupos, discos, cassettes de audio y de video (aún no proliferaba el uso del formato dvd), revistas, incluso, creo, algunos instrumentos musicales usados (seguramente también harto ácido, si bien en cierta ocasión, con una ñoñísima e hipócrita extrañeza, el encargado del lugar, un tal Zéus, después de haber sido interpelado por el de la voz solicitándole de la manera más atenta tuviera a bien proporcionarme, a cambio de un precio cierto y en dinero, un poco de esa maravilla, aseveró que ahí no rolaba tan prodigioso químico, y que la única sustancia con la acompañaban sus reuniones era el Frutsi de piña, no muy frío, helado ni esperarse, pues hacía daño). Casi todo era piratería, precisamente porque muy difícilmente podía conseguirse en original en esta ciudad, incluso en el país. Era costumbre arraigada visitar la negociación sólo por ver qué novedades podría uno encontrarse en cada oportunidad.

Decía, pues, que en una ocasión entré a la negociación de marras, y me encontré con algo que llamó levemente mi atención: una revista en cuya portada aparecía la pellejuda y tantas veces espetada figura de Courtney Love, sobre un fondo rojo que a su vez mostraba el rostro de Kurt Cobain. Sin vacilar, la tomé de inmediato, pues la sola circunstancia de que, según se indicaba, contuviera información relacionada con el músico, era suficiente para adquirirla, así me quedara sin dinero para el camión y tuviera regresar caminando a casa. Desde la propia presentanción de la revista se apreciaba ya una especie de desafío a los convencionalismos editoriales más arraigados, pues estaba diseñada en tamaño oficio. Su nombre, que en ese momento me parecía de lo más ordinario: La Mosca en la Pared.

Adentrarme al contenido de la revista significó recibir una fuerte sacudida: todo, formato, textos, fotografías y diseño eran algo totalmente fuera de lo común, o al menos lejano a cualquier otra cosa que yo hubiera visto antes. En el pasado había tenido contacto con algunas revistas como la inocua Switch o la ingenua Nuestro Rock, y eran las únicas referencias que tenía acerca de lo que era una revista de rock, lo que fuera que ello significara. La revista acusaba una frescura nunca antes percibida y daba gusto leerla. Dicen que la primera impresión es la que cuenta, y en este caso no fue la excepción, pues desde ese momento la publicación me convenció y atrapó. Y no era para menos: aparecían en ese número las plumas que considero las mayores glorias de la revista: Jairo Calixto Albarrán, Hamlet Ultrapeluche, Eusebio Ruvalcaba y Armando Vega-Gil, con textos realmente notables (los cuales, en los casos de don Eusebio y el Jairo, ya han sido transcritos, a manera de reconocimiento, en este blog).

Ese primer ejemplar oficial que tuve en mis manos (bueno, de hecho no, porque la primera Mosca que alguna vez hojeé, tal vez uno o dos años antes en una tienda de revistas, fue uno en cuya portada aparecían los Beastie Boys, pero en aquella ocasión, idiota, no presté atención), que es el mencionado, era un número atrasado, ya que databa del mes de abril de ese año. En el mes corriente, que me parece que era septiembre, el número tirado era el 32, engalanado en su anverso con las poses de los Red Hot Chilli Peppers, otra banda que entonces me encantaba. No dudé en comprarlo, y así comprobé que la grandiosa experiencia de la lectura de La Mosca no era una casualidad de un solo número, como el burro que tocó la flauta, sino una constante y una convicción de sus creadores y colaboradores. A este ejemplar pertenece uno de los más grandes textos jamás escritos, a mi parecer, por Armando Vega-Gil -y posiblemente el mejor que se llegó a publicar la revista-, que se intituló Cogerse Viejitas (creo que no hará falta explicar su temática). Con esta edición quedé sempitenrnamente prendado de la revista: sería su fiel lector hasta el fin de los tiempos (los míos o los de ella).

En este número participaba también la genial y renegada Fernanda Solórzano, crítica de cine que representa el prototipo de mi mujer ideal (aaaaahhhh), quien ya en aquel tiempo, teniendo probablemente la edad que yo poseo ahora, hacía alarde de una capacidad expresiva y analítica encomiable, una claridad mental como pocas. No la descubrí a ella, empero, sino hasta varios números más adelante.

No dejé de adquirir mes con mes la revista a partir de entonces, de una manera casi religiosa. Había de todo en ella: crítica musical, reseña de discos, de libros y de películas; noticias sobre artistas y grupos, todo ello relacionado con el mundo del rock, el blues, el jazz y la música alternativa. Básicamente, dirían algunos de forma anticipada, todo lo que debe abarcar una revista especializada en música. Pero en el caso de La Mosca no era sólo eso: lo que realmente la caracterizaba y la distinguía de los demás pasquines y revistuchas que se tiraba en este país era su actitud desfachatada, antisolemne, políticamente incorrecta, corrosivamente crítica y deliciosamente sardónica, transgresora: no respetaba credos, ideologías, fanatismos, reverencias, protocolos, indulgencias ni posiciones de fama o poder. Arrasaba con todo y con todos. Esta postura, además de ganarle correligionarios, naturalmente, también la hizo blanco de los más enconados odios de sus detractores (léase Saúl Hernández y Jaguares, Control Machete, La Maldita Vecindad, Maná y un largo etcétera), lo que le daba a la revista un carácter aun más rebelde: las cacas grandes eran por fin cuestionadas.

El editorial, titulado Ojo de Mosca; el espacio de comunicación e intercambio de ideas y opiniones con los lectores, que se llamó El Buzón de Mamá Mosca; las noticias cuatroporcuatro; las reseñas de discos, Tiovivo; los textos varios de El Desván; El Soundtrack de mi vida; eran las secciones fijas de la revista. A la par de ellas, se encontraban las columnas de los colaboradores: El Diario Íntimo de un Guacarróquer, del ya mencionado Armando Vega-Gil; ¿O no?, después llamada Un Hilito de Sangre, del magnífico Eusebio Ruvalcaba; Más Extraño que el Paraíso, del fumadísimo Hamlet Ultrapeluche; La Cocina del Alma, del aclamado por todos, excepto por mí -al menos por lo que ve a esta columna, pues su trabajo como novelista no lo conozco- José Agustín; Incineraciones, de la ya mencionada Fernanda Solórzano; y por último, y no por ello menos importante sino todo lo contrario, la columna, que en sí no sé si tuvo algún nombre representativo (sería lo de menos), del gran Jairo Calixto Albarrán.

No omito mencionar la importancia del consejo editorial que dirigió la publicación, encabezado por Hugo García Michel. De la mano del dicho cuerpo colegiado, pero sobre todo del señor Hugo, la verdad sea dicha, para bien o para mal, la revista tomó el rumbo que la llevó a ser objeto de culto, a convertirse, sí, duélale a quien le duela, en la mejor revista de rock hecha en México.

Fue una publicación que influyó hondamente en mi persona. De ella tomé esa actitud irreverente y sarcástica que hasta el día de hoy me caracteriza; con ella supe el significado e importancia de la crítica; gracias a ella me encontré con nuevas posibilidades expresivas más allá de los convencionalismos, otras formas de ver la realidad. En resumen, mi talante eminentemente crítico fue forjado por sus páginas. Yo soy uno antes de La Mosca, y otro después de ésta. Al margen de ello, también le debo el bagaje musical que poseo, pues gracias a ella conocí a grupos y artistas que de otra forma habría sido difícil encontrar. Me ofreció un panorama y conocimiento más amplio del fenómeno rockero.

Nueve años disfruté la mosca. Después, en el mes de marzo de 2008, se anunció su funesto final. Inesperadamente, la casa editorial de la publicación tomó la decisión de que no se tirara más, por lo poco redituable que ya resultaba. Yo me vine a enterar como medio año después, y nunca me imaginé que algo así sucedería. En su momento creí que era solamente un retraso en la edición de los números -que ya había sucedido con antelación-, o, en el peor de los casos, que ya no la fueran a distribuir por acá por estas tierras. Algunos dicen que se veía venir, que La Mosca estaba en decadencia. Ciertamente sus últimos, digamos, tres años, no fueron los mejores de su historia, pero seguía siendo una magnífica revista, aún la mejor. Ya para esos últimos tiempos, recuerdo que la compraba y la leía poco: quería tenerla más como objeto que como texto, por lo que había significado en mi vida. Hacía ya tiempo que no escribían los grandes: Jairo Calixto Albarrán, Armando Vega-Gil y Hamlet Ultrapeluche, y tal circunstancia había logrado desdorar la magnificencia de la revista. Su vida, como todas las vidas, fue parabólica: inició abajo, alcanzó su culmen y finalmente decayó.

Desde hace algunos meses -de hecho, desde que se hizo pública la cancelación de la revista- se anunció, en el blog de Hugo García Michel, que el proyecto se retomaría, si bien no como la misma revista con el mismo nombre, sino como algo nuevo que rescataría las principales cualidades de su antecesora. Todos esperábamos con ansias y visitábamos constantemente dicho blog para saber qué sucedía. Finalmente la noticia se dio hace algunas semanas: volvía, en un segundo regreso, La Mosca en la Pared, con una pequeña salvedad: esta vez no vendría en formato impreso, sino como una página de internet. Así se proclamó el nacimiento de La Mosca en la Red.

¿Qué nos deparará esta nueva etapa de La Mosca? El tiempo lo dirá. Por el momento, este post mal escrito y sin coherencia es mi homenaje a la revista y a sus colaboradores. Es la carta que siempre quise enviarles, el e-mail que siempre quise escribir. Siempre dije: "algún día les escribiré". El día nunca llegó, y ahora sólo me queda presentar este texto como muestra de mi admiración y gratitud por la revista, que aunque ciertamente resulta tardío, no por eso es menos sincero.

Gracias por tanta música, por tanta crítica, por tanta procacidad. Gracias, Mosca.

viernes, 1 de mayo de 2009

Ése soy yo (o exhibicionismo barato)


En días recientes alcancé la edad de 26 años. Épocas como ésta me mueven indefectiblemente a la reflexión, -o, al menos, al malviaje y a la pachequez. Me vienen a la mente mil cosas, y no puedo evitar recordar diversos episodios de mi vida, algunos de ellos trascendentes, otros difíciles, unos más tristes, así como muchos alegres y felices, inolvidables. Se supondría que la suma de todos esos momentos hacen lo que soy al día de hoy (qué chinga me acomodaron, la verdad), y también permiten proyectar qué será de mí en algunos años. He visto, pues, la necesidad de hablar el día de hoy de mí en este blog, si bien de lo que he escrito a lo largo de estos meses puede conocérseme aparentemente en una buena medida (el pez por su boca muere). Sin ningún tipo de rigor, ni mucho menos pudor, y al ahí se va, me propongo revelar algunos datos de mi persona-que seguramente a nadie interesan- y/o preocupaciones que me aquejan al día de hoy: quién es Ángel en este momento y cómo ha llegado a ser lo que es, partiendo de lo que ha sido pretéritamente.


Ángel siempre se creyó más inteligente que los demás. No es precisamente alguien brillante ni mucho menos, pero todavía al día de hoy no concibe que alguna persona sea más inteligente que él. Los habrá más cultos, más habilidosos, más agraciados, más simpáticos, más nobles y más divertidos, pero más inteligentes no. No hay personas que, digamos, en su categoría, le superen en inteligencia; es decir, bajo las mismas circunstancias de entorno, preparación y oportunidades, en el rubro de la inteligencia nadie le superaría. Ese ha sido tal vez su mayor delirio en la vida, pues sabe que debe haber personas, pares a él, que lo derroten en este ámbito, pero simplemente no lo acepta, no le entra en la cabeza. Él es el que cabila chido, el non plus ultra del razonamiento. La única superioridad que admite en este rubro es la de personas que no se ubican en circunstancias similares a la suya: científicos famosos, filósofos o grandes escritores. Aún así, el muy pendejo cree, ingenuamente, que en igualdad de circunstancias, podría vencerles.


¿Cuál es la explicación de tal megalomanía? No lo sabe. A lo mejor su corto entendimiento es lo mejor que cree tener, y por eso lo maximiza y distorsiona para cubrir o disfrazar otras falencias que hay en su persona. Con todo, la verdad sea dicha, enarbolando la bandera del pragmatismo y siguiendo los convencionalismos sociales que más le acomodan, busca ser reservado y modesto, hasta humilde. En su actuar consciente se conduce como una persona mesurada y prudente, pero nada más es cosa de que le den cuerda, y le hagan dos que tres cosquillitas, y sale a relucir su verdadero rostro, el del sabelotodo, el del que siempre quiere tener la razón.


Empero, en su descargo hay que decir que siempre que encara una discusión o debate, lo hace con la mejor disposición de que, si recibe el argumento adecuado, pueda cambiarse su opinión. Además, gusta de transmitir el poco conocimiento que pueda tener y trata de no imponerse (si bien en el fondo está seguro del error del interlocutor). Digamos que hasta cierto punto es consciente de su situación y trata de atenuarla, y busca en la medida de lo posible alejarse de ella en tanto es conveniente. Es un impulso involuntario en él, casi un instinto, pero día a día trata de dominarlo y, hay que decirlo también, a estas alturas de su vida ha logrado tenerlo bajo control, si bien de vez en cuando surje y lo vuelve a embriagar hasta la ofuscación.


Ángel es auditivo. En el esquema de la programación neurolingüistica, según el cual las personas perciben el mundo predominantemente en alguna de estas formas: visual, kinestésica y auditiva, este indiviuo sería una persona auditiva. Siendo así, le atrae el lenguaje y lo relacionado con el mismo. Los idiomas le fascinan. Sobra decir que es un melómano y que gusta de la lectura -aunque hace meses no lee un libro. Cualquier ruido puede distraerlo, incluso sacarlo de quicio. Ha llegado a odiar personas tan solo por su todo de voz o su forma de hablar. Odia los doblajes en general, aunque venera y reconoce a las contadas excepciones de buenos doblajes que existen. Ha dejado de ver caricaturas que otrora le encantaban, por el simple hecho del cambio de voz en el doblaje (Los Simpsons, Padre de Familia, American Dad, algunos episodios de South Park). Es muy quisquilloso, entre otras cosas, en eso de las cuestiones sonoras.


Disfruta de una buena cerveza y una buena charla con un amigo. Disfruta mucho más las pedas. Le gusta beber y embriagarse. Sí toma seguido, pero en realidad sólo algunas veces sí se ha puesto realmente como araña pisada. Tal vez el alcohol saca lo mejor de él como persona: lo hace noble, simpático, afable, cooperador, bailador, incluso le da claridad mental para elucubrar las más interesantes reflexiones (mismas que nunca recuerda al día siguiente y que mueren en el anonimato). Se vuelve gallardo y emprendedor. Brioso. Tal vez sus mayores proezas sexuales han ocurrido bajo el influjo del alcohol.


Constantemente se recrimina con dureza por no ser más de lo que es. Se reprocha su falta de disciplina y su desorganización. Sobre todo no se perdona su desidia y esa inexplicable capacidad que tiene de perder el tiempo. Tal vez se exige demasiado, dirán algunos. Él no lo cree así. Él está convencido de que puede lograr más, pero que el mayor obstáculo para hacerlo siempre ha sido él mismo. Estos reproches son aun más recurrentes a estas alturas de su vida, donde ha llegado a un punto de indefinición e incertidumbre en algunos de los aspectos de ésta: ¿Fue esto lo que siempre quiso hacer? ¿El trabajo terminará por devorarle? ¿La enajenación se apoderará de él? ¿Desaparecieron los sueños y aspiraciones de hacer algo realmente significativo en la vida? ¿Llegará el día del colapso, en que lo invada irremediablemente la idea de haber seguido durante su vida el rumbo equivocado? Si a estas alturas sigue sin superar sus más grandes temores y traumas, ¿algún día lo logrará? ¿Terminará siendo un viejo amargado y aburrido? ¿Es, en definitiva, quien creyó que sería cuando tuviera esta edad? ¿Está donde pensó y quiso estar?


Por fin, ¿tendrá algún día los huevos de mandarlo todo al carajo y empezar de nuevo y enderezar su vida?


Ángel es, también, profundamente egoísta. No le importan los demás; o bien, sólo le importan en tanto pueden redundarle en un beneficio. No es así porque quiera ser culero, simplemente es su inclinación natural. Le cuesta mucho trabajo mostrar empatía, pero realmente lo intenta. También, como en el caso de su delirio de grandeza, lucha constantemente por tratar de preocuparse por los demás, especialmente por las personas cercanas a él. Este tendencia la lleva a la práctica con mayor efectividad en su desempeño profesional como abogado, pero ello se debe a que la misma profesión se lo exige. Y qué bien, pues en ese aspecto le ha ayudado a ser mejor. Ángel siente una gran gratitud hacia la abogacía porque le ha permitido desarrollar habilidades que naturalmente no se le dan.


Ángel tiene aún la capacidad de ser conmovido por ciertas canciones. No dirá cuáles. Alguna de ellas seguramente lo hará romper en llanto, y por ello la evita a toda costa. Esas melodías, las que realmente le llegan, tienen que ver con ciertos momentos de su vida, y sobre todo con su familia y consigo mismo. Muy probablemente, en algunos años, pasará horas encerrado, solo y ebrio, torturándose con el sonido desgarrador de estas canciones, recordando la vida que se le fue de las manos. No quiere pensar en ello, pero no lo descarta como una posibilidad factible.


Le gusta reír y hacer reír. Y más que reír, burlarse: disfruta enormemente la burla malvada y culera, el sarcasmo y la ironía. Eso siempre lo ha caracterizado y le ha hecho ganar tanto simpatizantes como detractores. No le importa. Él goza, y al parecer fue la única forma de humor que se le ha dado. Admira a los que son simpáticos de manera natural y no tienen que andar escarnizando al prójimo de la manera más ruin posible. Busca, incluso, aprehender de ellos, en esa prudente tendencia que ha seguido de unos años para acá de apartarse, en la medida de lo conveniente, de sus más primarios impulsos.


Disfruta. También disfruta de la vida y sus mieles. Ha conocido los placeres mundanos que nos son ofrecidos día a día y ello lo hace con el mayor desenfado. Algunas etapas de su vida han recibido algún sentido debido a esta inclinación desmedida por lo placentero. Ésta, en particular, no es la excepción, y en ella parece que Ángel se ha abandonado a los más caprichosos designios de su ramplón hedonismo. Qué bueno que lo haga. Que disfrute ahora que puede antes de que la vida le pase factura y que se dé cuenta del precio que habrá de pagar. No le importa. Al final, sin un dios en quién creer, sin una vida en el más allá en la cual estar esperanzado, lo peor que puede hacer en este mundo es tener contemplaciones de ningún tipo y, mucho menos, mucho menos, privarse de los dulces placeres (los más dulces son los prohibidos) que brinda la vida.


Y finalmente vive. A pesar de todo vive y quiere mirar adelante. Pese a días como éste, en que todo se vuelve una confusión, se rehace y vuelve a encarar la vida con cinismo, convencido de que sea ésta tal vez la única manera posible de hacerlo.

Otras veces, la mayoría, no vive; sólo mata el tiempo.