domingo, 22 de marzo de 2009

God loves his children (even the chilango ones), yeah! Radiohed en México

Casi 15 años desde la primera vez. Casi tres lustros transcurridos desde la accidentada primera visita. Más de catorce años desde aquella ocasión en que el grupo se colapsó y vivió un punto de inflexión fundamental en su carrera, cuando en medio de su pequeña gira por México decidieron no desintegrar lo que entonces era una promesa interesante de la música alternativa. Radiohead volvía a México el 13 de marzo de 2009, para tocar los días 15 y 16 de los corrientes, y así iniciar su gira por Latinoamérica.


Ahora regresaba como una de las bandas más respetadas tanto por el sector mainstream, como por la crítica especializada. Esta vez, como la que probablemente sea la más importante agrupación de rock de la última década y parte de la pasada, así como una de las grandes bandas de todos los tiempos, equiparable a lo que en su momento fue Pink Floyd o The Beatles.
La sede de tan importante suceso fue el Foro Sol, en el Distrito Federal, capital de la República Mexicana. Era una cita inobjetablemente obligada para todo aquél que se preciara de ser fan del grupo, incluso para cualquier neófito en su música (desafortunadamente).

Así las cosas, tuve que ir; tenía que ir, mejor dicho. Fui. Estuve ahí, en el primer concierto que dio Radiohead en México después de cerca de 15 años. Desde que mi gusto se inclinó por este grupo hará unos 9 o 10 años, pensé en la remota posibilidad de algún día llegar a verlos tocar en vivo. Era un sueño guajiro, como muchos que entonces tuve, que ahora tengo y que seguramente seguiré teniendo. De pronto, cuando me enteré de que el grupo estaría tocando en tierras mexicanas, esperé con ansias los cuatro meses que pasaron desde que se dio la noticia hasta el día del triunfal, magnífico regreso.

Se llegó el día, y ésta es mi crónica de lo que pasó. Advierto que aunque todo el relajo que implicó ir hasta el D.F. al concierto, hacer cola, andar al pedo, esperar por horas de pie, y en general sufrir a los infames chilangos, da mucho de qué hablar, este post dejará de lado esas cuestiones para centrarse en los aspectos destacables -para bien o para mal- de la experiencia, que son en dos niveles: lo personal/vivencial/ musical y la crítica social, faros rectores de lo que se escribe en este blog. Así que, quien espere que estas líneas escarnicen las actitudes, comportamientos, poses, looks, pobreza cultural, ignorancia, estupidez, insignificancia, pequeñez y las demás cualidades inherentes a la índole chilanga, así como sus diversas manifestaciones, puede prescindir perfectamente de la lectura de este post. La referencia que se haga a ello será en la medida en que su inclusión aporte a la claridad expositiva de la crónica que esbozaré.

Radiohead


Con notable puntualidad comenzó el show. El grupo abridor fue Kraftwerk, a quienes se les conoce por ser los padres del Techno, y quienes tuvieron sus mejores tiempos y logros en la década de los 80's. Mucha gente protestó o al menos se extrañó del grupo invitado fuera ése, cuando en un principio se hablaba de que los teloneros serían los gloriosos Sigur Rós, o los ingleses de Portishead. Lo ideal, lo soñado, habría sido obviamente que los genios islandeces acompañaran a los de Oxford como en otras tantas giras lo han hecho, pero en fin. Habría sido un plus sensacional. Ni modo. Me queda de consuelo ya haber disfrutado de su música en vivo el año pasado en Guadalajara.

Pues bien, el grupo alemán tocó por aproximadamente cincuenta minutos un set que incluía sus mayores éxitos en versiones más cercanas al techo industrial y a los sonidos estridentes y sucios de Nine Inch Nails. Esta actualización realmente fue de agradecerse, pues le dio un nuevo giro a su música y la hizo verdaderamente disfrutable. Empero, la sensación general ante la actuación del cuarteto teutón, fue de "a ver cuándo se bajan estos pinches güeros", pues serían unas leyendas y todo lo que ustedes quieran, gusten y manden, pero a quien iba a ver yo, otros fans, y en su mayoría una inmensa chusma palurda, era a Radiohead. Incluso yo me permití gritarles alguno que otro improperio, en mi muy puñeto alemán frustrado. Todos ansiábamos que ya aparecieran en escena Thom Yorke, Johny Greenwood, Ed O'Brien, Colin Greenwood y Phil Selway, los papás de Oasis, de Blur (Blur sin Graham Coxon, aclaro), y ya no se diga de Travis, los maricones de Coldplay y las jotitas de Keane.

Aproximadamente a las 9:30 de la noche salió la banda. Emergió del lado izquierdo del escenario, encabezada por el neurótico y genial Thom Yorke, de quien muchos han dicho que es el Roger Waters de nuestro tiempo. Toman sus instrumentos. Se posicionan. Seguramente por un momento prestan atención a la gran cantidad de gente que se apostó en el Foro Sol, alrededor de cincuenta mil cabrones, una imagen que infinidad de veces habrán visto en su vida de mega rockstars. Sin inmutarse, comienzan: mi existencia de casi 26 jodidas vueltas al sol ya no es la misma. You used to be alright. What happened?

15 Step abrió el show, como bien lo anticipé. El público enloqueció, brincó y comenzó a empujar en todas direcciones (en el caso de la zona general a, en la que me encontraba), como locos desesperados, más por hacerle al cuento que por otra cosa, según abundaré más adelante. Por fin comenzaba el concierto, y desde que se escuchó la introducción percutiva de la pieza en cuestión, se sabía que sería algo realmente notable. Yorke baila, responde a la euforia del personal, y por fin deja escuchar su voz magnífica, por tantos años se esperó volviera a agitar los aires de este país.


Le sigue Airbag, tema inicial del grandioso disco Ok Computer. En este punto logra verse que la banda viene con la disposición de tocar temas clásicos ya arraigados en el gusto de los más fieles fans. Y así se confirma con la pieza que le sucede: There There. El grupo inmediatamente responde a la euforia (auténtica o forzada) que le ofrecía el público. Se ven complacidos, conscientes de que será una gran noche y de que su regreso marcará las infelices vidas de los presentes.

Como era de esperarse, el setlist del concierto debía incluir necesariamente los temas del álbum a cuya gira promocional pertenecía: In Rainbows. De forma alternada, a lo largo de la noche se fue interpretando uno a uno los tracks del que es el último disco de la banda. En lo particular, álbum de marras me había parecido un tanto menor, alejado de la complejidad y riqueza de sus predecesores. Pero qué equivocado estaba. El grupo hizo que me tragara tales blasfemias, al mostrar las posibilidades expresivas que su interpretación en vivo ofrecía: cadencia, sensualidad, elegancia, minimalismo, energía, feeling. Para destacarse, la ejecución de Nude, resultó estremecedora (aun cuando sigo prefiriendo la versión original, empero), precisa, justa. Qué decir de la mencionada 15 Step, de ritmo y beat inigualable. No menos complacido terminé con las rockanrolerísimas Jigsaw Falling Into Place y Bodysnatchers, en las que el grupo mostró que conserva aún la energía que alguna vez lo llevó a crear piezas clave de su discografía como Just, My Iron Lung o Anyone Can Play Guitar.


I don't know what it is I've done wrong.

Apareció una renovada versión de The Gloaming, la rompemadres National Anthem, las fabulosas Optimistic y Pyramid Song. Se dejó escuchar también la genial y heterodoxa Idioteque, en la que Thom enloqueció mientras bailaba de manera extraña y gesticulaba en todas las formas posibles que su peculiar rostro le permitía. El grupo tocaba una canción tras otra, sin pronunciar innecesarias palabras entre pieza y pieza, evitando así que el personal se enfriara. Iban a lo que iban. Contundencia. Un par de Thank you's se escuchó, no más. Y no podían faltar los clásicos, los que la gente aclamaba, los que forjaron la grandeza histórica de la banda: Fake Plastic Trees, My Iron Lung, la bellísima No surprises, Lucky, Street Spirit, las grandiosas y legendarias Paranoid Android y Just. Nuevamente el grupo se reafirmaba a sí mismo en su magnificencia, en su capacidad, en su soberbia, en su chingonería. Era Radiohead y volvía a serlo; una vez más, cada vez y cada vez más. Parecían intocables, indestructibles, infalibles, perfectos.

You do it to your self, you do, and that's what really hurts. You and no one else.

La actuación del grupo resultó impecable, sencillamente perfecta. Una sonorización precisa, que hacía que cada uno de los instrumentos se escuchara de forma diáfana y limpia, y con una enorme potencia, con una gran claridad. La iluminación y/o juego de luces del escenario también fue estupenda, minimalista, pero grandiosa, consistente en una especie de tubos resplandecientes que colgaban del mismo escenario y despedían los más diversas luces según les sugería la intensidad y cadencia de la música. Algo en verdad notable; parecía como si haces de luz se irguieran alrededor de la banda, atrapándola, delante de una pantalla que transmitía tomas directas del rostro de freak de Yorke o de alguno de los demás miembros del grupo. Esta situación nos muestra el profesionalismo del grupo, que ha faltado en otros artistas internacionales que se han presentado en nuestro país y no falta que salgan a tocar pedísimos o marihuanos y olviden las letras de las canciones o, peor aún, la música misma.
- Are you ready? -preguntó en tono de provocación Thom Yorke, sólo para después iniciar el rasgueo del riff introductorio del glorioso tema Just-. Y así sonaba la penúltima canción del show, que significó uno de sus momentos más intensos, junto con la sublime interpretación de Paranoid Android, de toda la noche. Durante su ejecución, mi atención se centró casi completamente en el que es seguramente mi guitarrista favorito, inspiración en mis tentativas frustradas de volverme músico: Johny Greenwood. El tema en cuestión permite, como pocos, percibir la genialidad de este multiinstrumentista. Hay una sección de la canción en que a manera de puente o de un solo poco convencional, toca un pequeño riff mientras voz y demás instrumentos enmudecen. Simplemente magnífico. Mi definitivo gusto e interés por Radiohead nació a partir de que un video tomado del concierto MTV Ten Spot, de 1998, en el que precisamente tocaban esa canción y en el que se resaltaba la parte de la misma a la que me he referido. Qué chingón tocan, pensé. No sabía, ni siquiera soñaba, que diez años después se estaría interpretando esa canción sólo para mí, enteramente para mí.

Everything in its right place cerró el show. Otra ejecución memorable. El grupo se despide. Hacen reverencias. La gente y yo no creemos lo que acabamos de ver; no creemos que lo acabamos de ver. Vuelve la sensación de vacío. Otra vez la vida. Tal vez no la misma vida. El concierto cumplió y casi me satisfizo. Habría sido magnífico, un sueño, que tocaran otros temas que se quedaron guardados. El primero de ellos, que seguramente es mi preferido, es Subterranean Homesick Alien. Pieza hermosísima incluida en el magnífico Ok Computer, que me estremece y emociona como pocas cuando la escucho. Fue una lástima que no se incluyera en el setlist, aunque para ser sincero no esperaba que la tocaran. Otra que también quedó fuera y se extrañó fue A wolf at the door, del disco Hail to the thief. Ya no digamos Electioneering o la preciosísima y desesperanzadora Let down, también del mejor disco de la década de los noventa. Otra que me habría encantado escuchar es Exit music (for a film), que por el contrario sí se tocó, si bien comentan que accidentadamente, en el concierto del día 16. Ni hablar.

And now, we are one, in everlasting peace. We hope that you choke.

Eso fue Radiohead: el primer mundo, la genialidad, la elegancia, lo máximo, grandes entre los grandes. Es sólo rock and roll, pero a algunos todavía nos gusta. Sólo rock n' roll ¿poca cosa?

Lo demás

Al margen de la impecable actuación de Radiohead, no faltaron las falencias típicas de los eventos promovidos por esa entidad monopolizadora que se llama OCESA. Pésima organización: desde el acceso a Foro Sol, hasta el sobre cupo de las localidades en las áreas generales. Se dejó entrar a la gente dos horas antes de que empezara el acto de los teloneros Kraftwerk, así que ésta desde ese momento ya se encontraba, en dichas áreas, bien aperrada y sin poderse sentar, cuando por el contrario antes de que se le diera acceso al Foro podía cómodamente hacer cola sentada. En esas dos horas se vendió cerveza y agua al por mayor, a los precios desproporcionados a que nos tiene acostumbrados OCESA.

Nula seguridad. No se advertía por ningún lado de las zonas generales la presencia de los cuerpos de seguridad, ahí donde sí sucedían los chingazos. No. Estaban más preocupados por no dejar entrar cámaras, alimentos y bebidas que por la integridad física de los usuarios, aun en áreas como ésas en que había sobrecupo y la gente estaba de pie. Me tocó ver cómo en el aventadero que se dió con motivo del inicio del performance de Radiohead una chava no aguantó más y se desmayó. Su novio, angustiado, trató de jalarla y arrastrarla para sacarla de ese turba enardecida y cegada por una estupidez disfrazada de fanatismo. Una desgracia habría ocurrido si la joven hubiera caído al piso. No la cuenta. Y la seguridad, ni sus luces.

Algo que tampoco me gustó fue que de entrada se fijara una zona general para estar de pie, pegada al escenario. Me parecía mejor haber puesto sillas o gradas en tal lugar para difrutar cómodamente sentados el concierto: música y actuación. Así todos habrían podido ver y nadie habría comenzado a empujar. Parece que los de OCESA ignoran, o de plano les vale, el valemadrismo y gandallismo innato del mexicano, y su versión potencializada en las personas de los chilangos, raza maldita. Si los organizan y los sientan, no habrá ese tipo de problemas. Si los dejan parados y que se acomoden como ellos puedan, necesariamente habrá conflicto, pues todos, fascinerosos, en su profundo egoísmo, empujarán a todos lados sólo por divertirse o por ubicarse mejor, valiéndoles madre a quién chinguen.

Quién sabe, ahora que lo pienso, tal vez las sillas no serían la solución, pues fieles a su índole ventajosa y chingativa, los asistentes, carentes de toda civilidad y educación, en su mayoría chilangos (raza maldita), serían capaces de pararse en tales objetos con tal de pasarse de listos, o burlar el orden. Ok, ok, en descargo de los chilangos diré que esa actitud se ha visto en otros lugares -incluso aquí en Aguascalientes, hágame el refabrón cavor-, y que no les es esencial en tanto chilangos, sino, tristemente, en tanto mexicanos. Eso sí, me perdonan chilanguitos, pero ustedes sí se pasan de vergas y ese tipo de actitudes nefastas lo llevan a niveles extremos. Al César lo que es del César, y a Dios, que te vaya bien.

Finalmente es responsabilidad de los organizadores cuidar de ese tipo de detalles. Pero como a éstos les viene valiendo pito, pues qué se puede esperar. Ellos con vender -y revender- sus boletos carísimos (aunque para Radiohead no lo fueron tanto) se dan por bien servidos. Que los pendejos de sus usuarios se hagan bolas y que se rasquen como puedan. Así se cuecen las habas en este marginado tercer mundo. Vaya contraste entre la actuación impecable y profesional del grupo de Oxford y la organización pobre y tercermundista de OCESA.

Otra circunstancia que menguó el disfrute que pudo tenerse del evento fue la predominante actitud avorazamiento, valemadrismo, gandallismo y falta de civilidad de los asistentes, en su mayoría chilangos. Desde el pendejo que insistía en bailar con las canciones de Radiohead aun con el apretadero que había, hasta el pinche menso que levantaba los brazos al ritmo de la música, pero con los pasos de "La Ventanita", de ese grupazo que fue Garibaldi. Ah, sí, claro, y toda la bola de culeros cantando; cantando todo. No mamen, ¿van a escuchar a Radiohead o a cantar ellos? O sea, ¿para qué chingados cantan? Ah, pero no, ellos van a echar su desmadrito, y jódanse los demás (jódame yo). No asisten para escuchar la música, la grandiosa voz de Thom York, sino para echar desmadre. Realmente le fastidian la diversión a quien, como yo, sí va a escuchar y a presenciar la interpretación y ejecución de la banda. Ciertamente uno se emociona, e incluso eso llega a justificar algunos coros de ciertas canciones, va, ¿pero todas y todo el pinche rato?

Una actuación memorable, un performance inigualable y sublime, dirigido a una numerosa e infame chusma. Margaritas para los cerdos. En general, este público mexicano, el chilango en particular, no merece shows de primer mundo si no sabe comportarse civilizadamente. La próxima vez que vea tocar a Radiohead, preferiría que no fuera en este país; seguramente se disfrutaría más. En fin, aquí nos tocó vivir.