sábado, 13 de septiembre de 2008

Una reflexión



Llegó al buzón de mi mail este texto de manera anónima. Viene al caso por la proximidad del festejo del día de la independencia de México. Léase, atiéndase; es interesante la reflexión que nos propone. El foro está abierto para la réplica y comentarios. Aquí lo transcribo fielmente.
DEL GRITO A LA PATRIA
I

El día 16 de septiembre es sobresaliente, quizás, emancipador de los sentimientos acumulados en el resto del año, porque en él se conjugan dos virtudes propias de los mexicanos que se caracterizan del resto del mundo: fiesta y patria. Ese día es único y entrañable, los mexicanos nos reunimos para recrear y volver al origen de la independencia –año con año lo hacen- con el fin de gritar “Viva México” y consecuentemente dedicarle un “viva” a los héroes más representativos, así es como congraciamos a las figuras patrióticas de Hidalgo, Allende, Morelos, Guerrero. De igual manera gritamos “¡Viva México hijos de la chingada!”, ¿quiénes son esos hijos?, probablemente, los antihéroes, Félix Calleja, Iturbide o los españoles.

Ahora bien, ¿por qué celebramos la fiesta de independencia? Los mexicanos siempre tienen un pretexto para realizar una fiesta, pero ¿ésta sí lo amerita? La Fiesta del Grito es un ritual que consta de dar un grito a las once de la noche del día 15 de septiembre, es de suma importancia decir que está presidido por el Presidente de México y es quien dirige a manera de director de orquesta todos los vivas que se le ocurran; inmediatamente después viene el desorden total, me refiero al consumo desmedido de tequila, cerveza, aguardiente, mezcal y de más bebidas que se nos ocurra como buenos mexicanos. La fiesta es el tiempo presente en donde el pasado y el futuro se reconcilian; es el único lujo que nos podemos dar al año, tal vez, sustituyen las vacaciones.

La fiesta patria es donde el mexicano se abre al exterior para salir de esa soledad que lo envuelve y que siempre está disfrazada por la falsa hombría y una apariencia irreductible. La hombría la disimula –el mexicano- con el grito: ¡y no me sé rajar! Los que se rajan son traidores o un hombre de dudosa fidelidad, por eso el grito sale a relucir en esta Fiesta para retar a los traidores, a los antihéroes. Al tener hombría y no rajarse -dice Octavio Paz- las mujeres son seres inferiores porque, al entregarse, se abren. Su inferioridad es constitucional y radica en un sexo, en su rajada, herida que jamás cicatriza; representación eficaz de la “tierra violada” o ultrajada por los españoles. Para el hombre rajarse representa abrir su intimidad y, además, que lo penetren. La apariencia es representada por el disimulo. “Temeroso de la mirada ajena, se contrae, se reduce, se vuelve sombra y fantasma, eco. No camina, se desliza; no propone, insinúa; no replica, rezonga; no se queja, sonríe; hasta cuando canta –si no estalla y se abre el pecho- lo hace entre dientes y a media voz disimulando su cantar (Paz, 2004: 46-47). Sin embargo, en la fiesta el mexicano se abre al exterior: grita, chifla, canta, baila, hace juegos pirotécnicos, avienta sus sombreros (por cierto, revolucionarios del siglo XX); es noche para reconciliarse, para brindar con los amigos, para reconciliarse con la novia; nadie murmura, se dialoga con tono de voz fuerte, con vigor; las malas palabras y los chistes salen a relucir; se presentan las riñas, los navajazos, los balazos, que también son parte de las fiestas. El mexicano en esta fecha se olvida de sí mismo, muestran su verdadero rostro, nadie lo sabe; la máscara se desprende para ponernos otra, la que desinhibe. La fiesta no es puro júbilo sino también lamento, nos desgarramos al final para cantar: amor-desamor y amistad-enemistad. Bien dice la canción ¡…toquen mariachis canten, alegren mi corazón, no quiero que nadie me vea triste y nadie sepa de mi dolor…! El mexicano se muestra para ocultarse, claro, en apariencia que se vuelve en varias realidades.

La noche del día 15 para amanecer el 16, los mexicanos se desbordan para hacerle honor a la libertad y, así, tener independencia -por lo menos una vez al año-. La libertad se muestra para infringir las normas que nosotros mismos impusimos; pero la fiesta es desorden para provocar el renacimiento de la vida. Entonces, ¿es necesario celebrar la independencia de México cada año para renovar la independencia individual conseguida hace 187 años? Sí, porque es la única manera en que se sienten partícipes de esa guerra y de sentirse unos chingones ante esos “hijos de la chingada”. Traidores de la patria.

En nuestro vocabulario coloquial y cotidiano existen palabras con una sorprendente ambigüedad que con tan sólo cambiar el tono de voz, se cambia el sentido de la palabra. Estas palabras desgarran, intimidan o enaltecen. Se dice: la poesía al alcance de todos. ¿Qué significa decir “Viva México hijos de la Chingada”; es afirmar nuestra patria, protegerla y defenderla, ¿y de quién? De los otros, los que no comparten nuestro sentir, los malos, los antipatriotas, nuestros rivales. Ahora bien, pasemos a otro grito inevitable en los festejos patrios: “¡Como México no hay dos!” Una respuesta inmediata ante este enunciado antidemocrático es que rompe con la universalidad del pensamiento, se encierran los mexicanos, no permiten miradas ajenas, siempre quieren estar en la soledad y que se les reconozca como un Don Nadie, esto es negar nuestras raíces: lo indígena y lo español. Y si todos los mexicanos son ninguno, no existe ninguno de nosotros (Paz, 2004: 50). Cómo tenemos razón al pronunciar que México es único, ya que nos referimos al narcotráfico, corrupción, inseguridad, impunidad, guerras sucias o políticas, pobreza, desigualdad; cómo tenemos razón: “como México no hay dos”.

Los dos gritos anteriores se contraponen, pero se complementan; el primero, se abre hacia el exterior, el mexicano rompe con el silencio, lo aniquila; el segundo, se cierra, es hermético con la finalidad de volver al estado histórico que nos envuelve: la soledad.

Es hora de engalanar a nuestra patria “impecable y diamantina”; no queda más que preguntarnos ¿es lo mismo ser patriota que patriotero? Veamos algunos versos del poema “La Suave Patria” de Ramón López Velarde para diferenciar estos dos términos. De antemano podemos mencionar que ser patriota no es ensalzar la figura del héroe caído en batalla, ni todos los monumentos que se le esculpen, ni todos los años que se le festeja. Lo anterior lo tomamos como pretexto para que salga a relucir nuestra ignorancia al preguntar: ¿Miguel Hidalgo estuvo en la independencia o en la revolución? ó ¿la independencia fue 1810 o 1910? Esto denota vergüenza, sin embargo, gritamos ¡Viva Hidalgo! y hasta ese momento nos cae el veinte, pero estas preguntas se vuelven cíclicas y se hacen año con año, parece que se renuevan y la memoria resulta obsoleta. Embriaguez y fiesta ¿es ser patriota? No, es ser patriotero de cada año, donde desempolvas tu sombrero (a menos que asitas a un partido de la Selección mexicana y te pongas la verde) y afinas tu garganta, ya sea para gritar “viva” o para que el tequila no raspe. Es preferible ser antipatriota que ser patriotero.
En fin, ser patriota en la actualidad es ser un buen ciudadano: quien paga a tiempo los impuestos, quien acude a votar, quien no permite la corrupción, quien no roba, quien no mata, quien no contamina, quien no ejerce violencia sobre otro. Bien decía López Velarde: El Niño Dios te escrituró un establo / y los veneros de petróleo el diablo. Este verso advierte la riqueza natural mexicana, sin embargo, nuestro suelo es objeto de corrupción, desigualdad e impunidad. La reforma energética -tan en boca de todos hoy en día-, que todos manoseamos y todos ignoramos, nos propone la participación de inversión privada -nacional o extranjera- para poder extraer hasta la última gota del oro negro, pero esto sería violar la tierra una vez más. Sentencia: “México es el cuerno de la abundancia, pero de la abundancia puro cuerno”.

Haz patria y educa ciudadanos conscientes y responsables de sus actos y, sobre todo, comprometidos con México. La patria no es una realidad histórica sino íntima (Paz, 1995: 29). Por esta razón el poeta jerezano decide escribir complicidades sentimentales y no ideológicas. No quiere cambiar al hombre ni trasformar el mundo porque éste se nos entrega en sensación y emoción.

Patria: tu superficie es el maíz,
tus minas el palacio del Rey de Oros,
y tus cielos las garzas en desliz
y el relámpago verde de los loros.

La patria nos hace y nos moldea y viceversa. La historia no tiene el objetivo de moldearla, ni ponerla en una situación maniquea. La patria existe en nuestras entrañas para relucir en el exterior y expresarse, manifestarse de diversas formas. La patria no tiene máscaras, es auténtica.

Diré con una épica sórdida:
la patria es impecable y diamantina.
Suave Patria: permíteme que te envuelva
en la más honda música de selva
con que me modelaste por entero
al golpe cadencioso de las hachas,
entre risas y gritos de muchachas
y pájaros de oficio carpintero.

El nacionalismo expresando en López Velarde tiene una dicotomía que va de la patria a la matria. La patria ensalza el espíritu nacional y la entereza masculina, es lo abierto; mientras la matria es la provincia, quien consagra la virginidad femenina, es lo cerrado. “La Suave Patria” es un canto a la provincia nacional, donde se complementan perfectamente la patria y la matria, unión fraternal y cósmica que trasciende para darle identidad al mexicano.

Suave patria: te amo no cual mito,
sino por tu verdad de pan bendito,
como niña que asoma a la reja
con la blusa corrida hasta la oreja
y la falda bajada hasta el huesito.

A dos años de los festejos del Bicentenario de la lucha de independencia, todavía seguimos idolatrando a los monumentos de bronce y a las épicas luchas insurgentes. Esto es fruto del nacionalismo recalcitrante que cada 365 días se reproduce para darle una base sólida y de justificación al país; es tiempo de valorar y comprender la historia de México. Es justo volver al poema de Ramón López Velarde para traer a nuestra memoria “el nacionalismo natural, el más puro concepto de pertenencia de los seres humanos, ése que no comprenden los políticos depredadores o los empresarios saqueadores, junto con los desnacionalizados mexicanos que olvidan o entierran sus orígenes en las modas [extranjeras], la pésima educación histórica y las más burda de las ignorancias de su pasado (Matalí Hernández, 2008). La consecuencia actual de nuestro pasado (lleno de injusticias, de crímenes, de pasiones desmedidas, de demagogia, de pérdida de territorio, de ignorancia, de negligencia, de políticos corrompibles, de un pueblo ignorante) es entregar nuestro patrimonio -riqueza natural- a extranjeros por tener una clase política inacabada e inculta. A nuestros políticos se le debe de abrir un curso pedagógico: ¿Cómo amar a la patria sin ultrajarla? El mexicano sólo se completará cuando salga de sí y descubra, se invente y se reinvente. La dialéctica nos interpretará.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues va mi comentario (más complemento) a "Una reflexión"

Como bien dice sujeto anónimo todo este asunto del circo, maroma y teatro que año con año es maquinado con el fin de revivir la lucha por "nuestra independencia", ciertamente al parecer la bola se mueve como barquitos de papel quien sabe a dónde y porque; nos sentimos muy fieles a la patria y machines, ah!! Claro!!, y las féminas toman su respectivo papel de "Adelitas" de lo cual ni saben y ni tienen hoy día una pizca de lo que esas maravillosas mujeres fueron.

A mi parecer lo grave del asunto no es que no se recuerde si pasó en un 1810 o quien chingadas madres fué Miguel Hidalgo, lo grave es que el 80% de los Mexicanos piensan que se les dice Mexicanos por la sola suerte de nacer en este territorio y cuando se les pregunta ¿Qué crees que eres más?¿Español o Indígena? con todo orgullo responde "indígena" adulando a unos monos llamados Aztecas que eran bien machines y que se vinieron a chingar con los gachupines y bla bla bla, y te dicen esto mientras dan gracias a un "Diosito" por nacer aquí cuando el sentido real de ser un Mexicano libre e independiente se trato de dejar de ser Indígena, Meztizo o Criollo y acabar con la discriminación racial y cultural, para así darnos una identidad y forjar un ideal como nación.

Verdaderamente si la historia de nuestro país dejara de ser un relato de gallardía en las escuelas y un pretexto para sentirnos orgullosos con venda en los ojos un día al año y se enseñara el ideal y vieramos como hemos destruido y reconstruido nuestra identidad entonces se tomaría conciencia y el pueblo mexicano no sería victima de descarados abusos y engaños de quienes "trabajan para ellos" y les grita "Viva México" a quienes bien sabe y conviene sigan en la ignorancia.

David O. Casillas Ruiz
card_elio@hotmail.com
********************************
¡¡Separemos a los hombres de los tomates!!

horaciojr dijo...

Mi más entero reconocimiento para este hermano que hablado de una manera tan ilustrativa de lo que es el sentido nacional,el patriota es algo que no existe en México,podríamos cansarnos de enumerar ejemplos de casos en que no pordesdén o odio al país las personas, el gran grueso de la población se convierten en antipatriotas en el sentido estricto de este concepto,lo hacen inconcientemente guiados por la ignorancia, producto o consecuencia de haber fungido como una colonia saqueada por 300 años. Pues parece que la costumbre de acaparar, saquear, vaciar, explotar,de nuestros antiguos colonizadores llegó para quedarse.Olvidando todos nosotros que si bien el México precolombino no existía con una unidad nacional, los ancestrales pobladores de nuestro territorio partian de respeto a esa fuente de satisfactores que es la tierra,y precisamente ese suelo es el que les dió cierta cohesión entre los diferentes señorios, lograron por tanto ser culturas florecientes y majestuosas, a tal grado que causaron el recelo del conquistador y que con tal de satisfacer el objetivo de conquista y aprovechandose de la superioridad militar mandó destruir y derruir todo vestigio de ese esplendor; he aquí que al momento de nacer juridicamente como nación independiente en 1810, esas ruinas que habían sido anteriormente palacios imponentes, pasaron a nuestras manos, pero como ibamos a identificar que hacer o como llevar a la prosperidad nuevamente, a esa tierra saqueada, violada y prostituida, no es esa misma inercia del conquistador la que nos tiene en el atraso, quitemonos de encima ese lastre histórico, replantemonos el amor a la patria en ese estar agradecido y ser benévolo con el suelo que nos sustenta, por mero sentido común, y a partir de ello retomemos nuestras verdaderas tradiciones culturales e ideologicas, esas que nos hacen ser diferentes a cualquier otro país y que nos identifican como mexicano y que estan ahi en espera de ser retomadas, que el Viva México!, viva de verdad en cada mexicano y que resuene, en cada acción individual y sobre todo en la fraternidad nacional para la recosntrucción de esas ruinas saqueadas, que quieren volver a la vida por los verdaderos intereses comunes de la unidad nacional.