domingo, 7 de septiembre de 2008

Chilango ¿incomprendido?


Mientras intentaba desesperadamente bajarme la peda con unos sorbos de coca-cola tibia y sin gas, encontrándome en un lugar cuya ubicación todavía desconozco, sentado, abatido, presa de la confusión, mirando como una mujer yacía en el piso esbozando ininteligibles balbuceos, me vi envuelto en una acalorada -y pacheca- discusión de la que ignoro el origen.


Lo que recuerdo fue que, como acostumbro, emití un juicio despectivo, si bien sincero, sobre los chilangos; o bien, pudo ser que haya dicho simplemente cómo los odio. Craso error: mi insolencia desató una agitada polémica -improcedente y ociosa, según se verá más adelante- sobre el significado de esa expresión. Lo que fue un comentario producto del aburrimiento y la desazón que imperaba en la atmósfera, se convirtió en motivo de un heterodoxo debate semántico.


"Estás mal", dijo alguno; "chilango no es el que nace en el D. F., sino el que llega a vivir ahí, proviniendo de provincia." "Ah, cabrón", dije perplejo. No me caía el veinte. Refuté con un lacónico "no" tal afirmación, sólo para recibir la avasalladora avalancha de comentarios emitidos con la finalidad de secundar la tesis de mi primigenio interlocutor, al unísono de: "Sí, güey". Breve, pero elocuente.


No creía lo que escuchaba, y como se talla los ojos el que cree haber presenciado un espejismo, traté de remover el rancio cerumen que se aloja en mis oídos, con el propósito de disipar la confusión. Pero nada cambió, pues lamentablemente había escuchado a la perfección. Qué pena.


En alguna otra ocasión había oído a alguien sentenciar en iguales términos: chilango no es el oriundo del Distrito Federal, sino el que emigra hacia ese lugar desde el interior de la república. En aquel entonces, recibí con escepticismo el aserto. Me pareció una de esas cosas que dice la gente zafia que tiene ingenuas -pero no por ello menos desagradables- pretensiones de corrección; la misma gente que afirma que no hay vasos de agua sino con agua (ignorando las diversas connotaciones de la preposición "de", una de las cuales indica contenido), o que pretende que en castellano la v y la b se pronuncien de manera diferente; la gente que hace de la ultracorrección una molesta costumbre.


Así, decía, siempre me pareció dudosa esa afirmación. No me convencía, a pesar de que no me había dedicado a dilucidar la cuestión. Anoche, en la discusión, los argumentos que fueron expuestos, más bien pueriles, no cuadraban, eran dudosos, incluso el de autoridad que quiso hacer valer uno de los presentes, en el sentido de que el propio Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua sustentaba la definición de la que era partidario, dándose golpes de pecho como quien defiende la palabra de Dios con la Biblia en una mano. Como dije, nunca investigué antes si era acertada la apreciación cuestionada, pero en el momento me surgió la siguiente duda con respecto a ella: si se trata de un gentilicio, por definición, no puede dejar de referirse a las personas originarias del lugar, aunque por extensión pueda aplicarse a otras que, sin ser oriundas, se han avecindado ahí.

Tan sencillo como eso. Lamentablemente, la tesis que me empeño en debatir en este post era compartida por todas las personas presentes, excepto yo, obviamente (ah, también estaba otro chavo en un rincón de la sala que seguramente había aprendido a dormir con los ojos abiertos, que no intervino para nada). Concluí -y lo corroboré después- que mis interlocutores se habían ido con la finta en el tópico en cuestión, sumándose a las numerosas víctimas de ese mal lingüistico llamado ultracorrección.


Lo que empezó como un debate semántico (al menos en el papel), que daba la oportunidad a introducir cuestiones históricas, sociológicas y etimológicas, terminó en una indiscriminada y generosa expresión de las más inverosímiles sandeces. Como siempre he sido una persona obstinada, sobre todo tratándose de discusiones, lo primero que hice hoy domingo fue ingresar a internet y buscar en Wikipedia y en la página de la RAE la definición que nos ocupa. Mis detractores debían estar equivocados, cómo de que no. Y en efecto lo estaban, pues ambas fuentes confirmaron lo que yo anticipaba: chilango es el oriundo del D. F., principalmente el nacido y radicado ahí, y por extensión el originario de otra parte de la república también avencindado en el lugar, con el suficiente arraigo para haber adoptado las nefastas costumbres que han hecho de los chilangos un grupo odiado por muchos.


"Ja, ja, ja", reí. Gocé. Había triunfado y disfruté complacido la victoria. Me regodee un rato y me puse a escribir este post. El que ríe al último, rie mejor. Y toda esta situación me hizo reflexionar acerca de cómo nos llegamos a obstinar con una idea aunque no tengamos fundamento para sustentarla, y la defendemos a morir. Es absurdo afirmar algo que no es demostrable, algo que no se sabe de la fuente de la que se debió tomar, sino de otra carente de legitimidad. Pero ahí estamos, como mensos. Seguramente en estos momentos mis opositores estarán tratando de corregir a alguien por pedir un vaso de agua o por pronunciar a v igual que la b, con el propósito de parecer cultos y paladines de la corrección. Ya los oigo: "No, güey, no hay vasos de agua; hay de vidrio, de plástico, de barro, pero de agua no. Se dice vaso con agua, pendejo." Dios los perdone.


Lo interesante sería averiguar de dónde surgió esa idea errónea sobre el significado de la palabra chilango. Me aventuro a conjeturar que justamente la inventaron los propios chilangos, los nacidos y habitantes de la Ciudad de México, en un intento desesperado por quitarse el estigma que hace algunos lustros los marca, como personas fundamentalmente maleducadas, gandallas, ventajosas, agresivas, habladoras, echadoras, fantoches, deshonestas y manipuladoras. (Como no soy idiota, no puedo afirmar que todos los chilangos sean así, sólo que esas cualidades son las que revisten al típico especimen de esa raza.) Como para decir, "nosotros no somos los chilangos (o sea, los culeros), sino las personas 'de provincia' que se vienen a vivir acá." Buen intento; convencieron a más de un incauto.

1 comentario:

horaciojr dijo...

Que tal Angelus,creo coincidir plenamente contigo en cuanto a la conceptualización de los nativos del Distrito Federal,de hecho pasa por tu hipótesis tan bien lograda en donde los chilangos tratan de destigmatizase al pasarle el dolor de ser chilango a los que vienen de la llamada provincia, a aestablecerse por acá o que luego regresan, en fin creo que solo agregará a tus acertadas apreciaciones, ese chiste que dice: qu los chilangos son de madre prostituta y de padre premio Nobel, puesto que son unos hijos de puta que creen que todo lo saben...
saludos cuidate. Atte Horacio JR