martes, 22 de diciembre de 2009

Inglorious Basterds (sí, apenas la acabo de ver)

Por muchas razones, pero principalmente por desidia, casi no logro ver en el cine la última y esperadísima cinta de Quentin Tarantino. Afortunadadamente, todavía alcancé en cartelera, en sus últimos días, la exhibición de Inglorious Basterds, película que le ganó tanto críticas como alabanzas al consagrado director estadounidense. Aquí mi opinión sobre la misma, que ha servido de pretexto para retomar este blog, ya tan olvidado por todos, principalmente por mí. No será, por tanto, una reseña ortodoxa de un cinéfilo empedernido, sino simples apreciaciones superficiales de un neófito en la materia. Se obviará, en consecuencia, la descripción de su argumento, presuponiendo que la película ya ha sido vista por el lector.

En general me gustó la película, me entretuvo y divirtió, aunque no se trata, por mucho, de la mejor cinta de Tarantino. La violencia y brutalidad que han sido la nota distintiva de las obras de este creador cinematográfico, no podían dejar de incluirse en el film. Violencia extrema, eso era lo que muchos queríamos ver, y aunque la hubo, tal vez no lo fue en la cantidad que hubiéramos deseado. Los diálogos larguísimos, intensos, locos e inteligentes, característicos también de la obra del cineasta, también están presentes. Así es como se reconoce una película de Quentin Tarantino, con la violencia y los alucinantes diálogos.

La película también contó con buenas actuaciones en general, aunque la mejor, sin duda, fue la de Christoph Waltz, actor austríaco que dio vida al infame Hans Landa, alto mando de la SS nazi, apodado "el cazador de judíos": un hijo de la chingada, un perro, que se dedicaba justamente a eso, a dedear judíos en Francia para que fuesen confinados a los respectivos campos de concentración. La actuación de Waltz fue magistral, auténtica y verosímil; literalmente uno llega a odiar al personaje, a decir: "éste es un hijo de su puta madre." A este tipo, que además hablaba diversos idiomas con gran naturalidad, nadie le veía la cara de pendejo, nadie antes del Teniente Aldo Raine. El sujeto del que hablamos, nada más ganó el premio al mejor actor en el Festival de Cannes 2009.

En general, la película lleva un buen ritmo, salvo en cierta parte intermedia, en la que se vuelve un poco lenta y aburrida. Afortunadamente, el letargo no dura mucho y da paso a un desenlace cruento, el esperado, el obligado, el que todos querían ver, en el que de paso se llevan entre las patas a Hitler, y le voltean la tortilla sabroso al Hans Landa. Decía que se trata de una muy buena cinta, que reafirma a Tarantino como director de culto que le llega a las masas.

Sin embaro, no podemos soslayar algunas cuestiones que deben criticarse, desde mi perspectiva, a la película. La primera, la caracterización caricaturesca de Hitler. No sé si el propósito era ridiculizar deliberadamente a este infame personaje de la historia, pero lo cierto es que en poco coincidió el manejo que se le dió con el verdadero carácter que tenía el Führer (muy bien retratado en la cinta alemana La Caída). Otro punto a resaltar negativamente es la poca acción vengadora y chingativa de los Bastardos que logra mostrarse en la película: únicamente se muestra un par de sus despiadadas hazañas, cuando se habría esperado que se incluyeran más escenas donde estos malnacidos masacraran algunos traseros nazis; en eso sí que nos quedó a deber la cinta.

Pero sobre todo, al final, la forma en la que es engañado, chamaqueado cual líder del Partido Verde, timado, el cabrón del Hans Landa por el Teniente Aldo Raine (interpretado por Brad Pitt) me resultó inverosímil: alguien tan astuto y suspicaz como el alemán no podía entragarse, aun cuando esto fuera una actuación pactada con el ejército americano, prescindiendo de las precauciones debidas, simplemente bajándose los calzones. No resulta creíble, aun bajo el argumento de que tan duro caballero se encontrara momentáneamente cegado por la codicia y ambición de poder y reconocimiento histórico. Como que uno no lo llega a comprar.

En fin. No sé ya qué más decir. Quien vió la película, me entenderá, aunque no esté de acuerdo conmigo. Me gustó, insisto, y me dejó con ganas de más buen cine de Quentin Tarantino. Quién sabe cuántos años debamos esperar para eso.

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