lunes, 22 de junio de 2009

Una tocada más...


Todavía ese día, en la mañana cuando desperté, no estaba seguro de querer ir. No parecía un día como de mucho desmadre, pero aun así decidí aceptar la invitación que me había hecho Alma una semana antes. Sigo sin saber a ciencia cierta qué fue lo que me decidió a ir. Un poco de morbo o curiosidad, o la sola expectativa de algo de desmadre, tal vez sea lo que me llevó a asistir al primer (quién sabe si también último) Festival de Rock Aguas Zero.


Hasta después supe que el eventillo llevaba tan desafortunado nombre. Esto era lo de menos, pues en realidad lo "atractivo" del asunto era que el cartel de dicho remedo de festival estaba encabezado por (lo que queda de) La Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio. En segundo orden de importancia, se anunciaba la participación de Panteón Rococó (qué mamada de nombre, la verdad), que en mi caso, más que un aliciente para asistir al toquín, fue una circunstancia disuasiva, pues, sobra decirlo, el grupo en cuestión, no es para nada de mi agrado. Además de esas bandas, aparecían como otras tres o cuatro de menor importancia.


Esto fue el sábado pasado, y estaba anunciado que empezaría a las 5 de la tarde. El escenario: el foro llamado La Megavelaria, que no es otra cosa que una gran explanada con una especie de toldos o lonas, también de gran tamaño, que en otros tiempos fue un conjunto de canchas de básquet y de fut (a donde nos íbamos a echar cáscara cuando nos la pinteábamos de la secun, hace ya bastantes años). Como dije, yo fui para ver a La Maldita, así que calculé llegar al lugar cuando los demás grupos ya hubieran acabado su show y así evitarme el sufrimiento de escucharlos. Como a las 8 se me hizo bien llegar. Cuál fue mi sorpresa, que a esa hora no había demasiada gente y que además apenas iba a empezar a tocar Panteón Rococó. Ni pedo, pensé, ya estamos aquí. Por fortuna, como en cualquier evento, no pudo faltar la cerveza, así que mi consuelo fue echarme algunas y quedar ya bien entonado para cuando entrara La Maldita.


Me tomé unas cuantas, mientras me percataba de que los demás asistentes al evento andaban echando su desmadre mediante el antiquísimo y obligado rito del slam. No lo pensé dos veces, y ahí me tenían metido en los chingazos, sí, con las rolitas ramplonas del Panteón. El razonamiento para justificar tal proceder fue el siguiente: si en los bailes, donde la música que se toca no me gusta para nada, ahí ando dance y dance y echando desmadre, pues en la situación actual no tenía por qué ser de otra forma. Qué bueno que relajé mi puritanismo un poco, porque la verdad me la pasé muy chido durante la actuación del grupo en cuestión, con todo y que su sonorización era malísima -por insuficiente y mal ecualizada-, no se diga sus canciones, que reiteran en su estructura el sonsonete más rudimentario y gastado del Ska y cuyas letras, a más de chabacanas, son profundamente cursis e ingenuas (ahí están esas mentadas de madre a la inteligencia que se llaman Vendedora de Caricias y La Carencia, como ejemplo).


Eso sí: bailé y bailé, eché el slam, pero no canté. Ni pedo ni marihuano ando cantando eso. Reitero, con todo, me la estaba pasando muy bien. El culmen de la actuación de Panteón Rococó vino cuando tocaron la esperadísima La Carencia. Todos esperaban esa pieza, hasta yo, pero no se piense mal, solamente por las posibilidades que ofrecía en el terreno del slam. Y sí, no nos decepcionó: el slam se puso chingón con esa cancioncita, sobre todo cuando sonaba el riff que la identifica. De que el grupo prendió, eso que ni qué. Es innegable. Que son unos cegehacheros e izquierdistas trasnochados e ingenuos (muestra de ello, su manta del EZLN agarrada de un ampli y las letras de algunas de sus canciones), también es cierto.


Dado que una vez que se calmaba el slam, había una confusión general en los alrededores y zonas de influencia de éste en lo que al posicionamiento de la concurrencia se refiere, aproveché durante todo el toquín de Panteón Rococó (insisto, qué mamarrachada de nombre) para irme clavando más y más entre la gente, y así acercarme, junto con Alma, cada vez más al escenario. De estar mucho muy atrás, quedamos a escasos tres metros del escenario. Mañas que se le pegan a uno.


Ya como a las 10:30 de la noche apareció el grupo esperado por tantos años por acá (hasta donde yo sé, corríjaseme si yerro, nunca habían venido a Aguascalientes, o al menos tendrían unos 15 años sin visitarnos): La Maldita Vecindad y Los Hijos del Quinto Patio. Igual prendieron al personal; igual todos coreaban sus canciones. Abrieron con Solín, con la que al parecer muy frecuentemente inician sus gastadísimos –hay que decirlo- shows. El repertorio también incluyó El Circo, Un Poco de Sangre, Ya lo pasado, pasado; Don Palabras, El Tieso y La Negra Patudona, perdón, La Negra Soledad; Los Agachados, Morenaza, las obligadas Pachuco y Kumbala y como otras dos o tres que no logré identificar. Tocaron poco en realidad, ni hora y media. Lo bueno vino cuando interpretaron la ya mencionada Pachuco, que se presta como ninguna otra para aventar chingazo limpio al prójimo mediante el slam. Eso sí lo tengo que decir: perroncísimo slam con esta canción, con todo y que había un cabrón de generosas carnes y buena estatura que andaba sin playera en el aventadero, todo pinche sudadote, no como puerco, pues estos, contrario a la creencia popular, no sudan, pero sí como cualquier otro animal que dentro de sus funciones orgánicas cuente con la de transpirar. Todos lo trataron de evitar, previniendo que en alguna embestida les fuera a untar un poco de sus salados y cervecientos jugos. Sí me anduvo dando asquito.


Cerraron con Kumbala, tal vez su canción más choteada, situación esta última propiciada por la misma agrupación. El grupo alcanzó una buena ejecución de su obra, lo cual no podía ser de otra forma considerando que su repertorio, en relación al tiempo que lleva de existir la banda, es bastante reducido. Tocaron bien, a secas, pero no pude evitar sentir algo de pena ajena con la banda en general: han llegado a ser una caricatura o un mal fusil de sí mismos. Se quedaron estancados musicalmente hablando, y en general en todos los aspectos. La verdad sea dicha, nunca pudieron superar el gran éxito que significó el magnífico disco de El Circo, que les dio fama mundial (sí, mundial), y los llevó a aparecer desde en el legendario y respetadísimo show de la BBC de Londres Later… with Jools Holland, hasta en la revista SPIN, que consideró a dicho álbum como uno de los mejores de la década de los noventa. El Baile de Máscaras pasó más bien sin pena ni gloria, así como el penoso Mostros, de 1998, que es su último disco de estudio y que engrosa mi colección personal (no me juzguen, me lo regalaron en una navidad). Han venido un par de recopilaciones más y algunas participaciones en tributos. Es todo, y parecería que la banda ya no dio para más y que se conforma con tocar las mismas cancioncitas desde hace muchos años, y que las mismas les sean coreadas, sin cuestionamiento alguno, por los fans, que a su vez parecen no cansarse de recibir pan con lo mismo.


Por si fuera poco, la pose del grupo, o al menos de Roco(¿có?), su frontman, sigue siendo la misma: por un lado llenarse la boca hablando del gran Tin Tán, de la época de oro del cine mexicano y de cómo ésta influencia a su música; por otro lado, echando un choro populista y seudo izquierdista que a estas alturas, por su reiteración metódica, sólo produce bostezos, sin mencionar las sandeces ésas de "paz y baile", "buena vibra", "bailando se entiende la gente", "no hay fronteras, todos somos hermanos", y así por el estilo. Por su lado, el buen Sax, haciendo también su desmadrito un tanto penoso, aunque bueno, también hay que apuntarlo, esta vez sí guardó compostura, no como hace unos meses, cuando vino a tocar al Rock n' Driks, que, dicen las malas lenguas, se puso bien pedo, pero pedo, y se andaba agarrando a madrazos con el que se le pusiera en frente. Decía que todo lo anterior da pena. Y dirán ustedes, lectores, ¿a qué chingados vas a verlos si tienes esa opinión de ellos? Lo dije supra, sólo por morbo y curiosidad; además, eso sí, para no dejar pasar la inmejorable oportunidad de echar el slam con Pachuco. Creo que esto último valió la vuelta.

5 comentarios:

Yoshiro Luna dijo...

Yo nunca he ido a un toquín por morbo, pero suena muy interesante el asunto, jajajaja. ¿Slam con "Pachuco"? Nunca me he aventado a uno, pero no sé si deba hacerlo... quizá muera.

Anónimo dijo...

La última canción que toco Panteón Rococo fue “La dosis perfecta” y no “La carencia” como tú comentas.

El Ángel Caído dijo...

Chin, la regué. Es imperdonable no conocer la obra fundamental de Panteón Rococó.

Anónimo dijo...

Ay. La nostalgia.

Vanessa C. dijo...

Pero sin duda si que la pasaste bien, entre bebidas y el slam... tambien es ameno el momento.


Saludos.