domingo, 7 de junio de 2009

Sigur Rós


El día de ayer me encontraba disfrutando del documental Heima, de Sigur Rós, y recordé cómo apenas el año pasado habían visitado este país. Inmediatamente me di cuenta de que fue justo en los primeros días del mes de junio de 2008, tocaron en la ciudad de Zapopan, Jalisco, y en Tepoztlán, Morelos, encabezando en este último caso el cartel del Festival La Colmena. Tuve la fortuna de asistir a su primer concierto en México, que se celebró en la ciudad tapatía antes mencionada, y ahora presento, un año después, la reseña, que si bien es bastante tardía, no podía dejar se incluirse en este blog, dada la importancia del evento. Aquí les va.

Ahí tienen que arribé a la central de la ciudad de Guadalajara por ahí de las 4:30 de la tarde del día 5 de junio. El concierto de Sigur Rós estaba programado a las 20:00 horas, así que pensé, al llegar, que tendría suficiente tiempo para comprar boleto y llegar al lugar del evento con la anticipación necesaria para agarrar buena posición en la cola de ingreso. Porque sí, en efecto, me fui así, a la buena de Dios, al toquín, sin boleto en mano y sin ninguna garantía de que fuera a conseguir alguno. En lo que agarré un taxi (error, me salió carísimo, aunque al parecer era la única opción de llegar temprano al foro) que me llevara al recinto que albergaría el esperado concierto, y en lo que éste me condujo allí, me dieron las seis de la tarde. El mentado "Calle 2", lugar del evento, quedaba lejísimos de la central, hasta la ciudad de Zapopan, que junto con algunos otros muchos centros de población conforman la Zona Metropolitana de Guadalajara.

Así las cosas, llegué al Calle 2, que es un lugar "multifuncional" como para albergar alguna feria. Cuenta con muchas áreas y foros con distintas vocaciones. El concierto habría de llevarse a cabo en la Ágora, un foro al aire libre, que en nada dista de la famosísima Mega Velaria, que se ubica en el área del perímetro ferial de esta ciudad de Aguascalientes, y que mayormente sirve de escenario para las presentaciones (bailes) de grupos como Intocable, Los Cardenales, La Arrolladora, El Chico (ejem) Elizalde, Pesado, Los Tigres del Norte y un largo etcétera. Sí, escandalícense, también he estado ahí. Decía pues, que llegué al lugar del concierto como las 18:00 horas y me percaté de que ya había bastante gente formada el la fila para entrar. Yo, todavía sin boleto, me aposté en las taquillas, que estaban enfrente, cruzando la avenida, del acceso al Calle 2. Ahí había otras personas esperando, a su vez, que se abriera las taquillas, pues tampoco tenían boleto.

Se percibía un ambiente de incertidumbre, pues por más que pasaba el tiempo no se sabía nada de si se iba a vender más boletos en taquilla, o si sólo se iba entregar entradas a los que ya las habían comprado mediante el chafísima y puñeto sistema de Smarticket (si creen que Ticketmaster es la peor infamia, es porque no conocen Smarticket). La tensión crecía, y yo ahí espere y espere, hasta que llegó una muchachilla rolliza preguntando si a alguien se le ofrecía un boleto. Se me iluminó el rostro y me brillaron los ojos. Le dije: "yo, yo lo quiero", y en ese momento me dispuse a sacar dinero de mi cartera. Ya chingué, pensé. En eso estaba yo, victorioso y arrogante, cuando apenas volteé y me percaté de que la dicha joven, de abundantes carnes, ya estaba transmitiendo a otro güey su boletito, a cambio del pago de un precio cierto y en dinero. Un cubetazo de agua fría. Le grité: "hey, yo te lo pedí primero", y nomás de me quedó viendo con su cara regordeta y grasosa, asomando una expresión de "ni modo, güey." Ah, cómo me encabroné.

Seguí esperando, pero nada que se abría la taquilla. Veía mi reloj. El tiempo corría. Enfrente, la cola se hacía cada vez más larga; y yo que pensé que no iba a haber mucha concurrencia. Crecía mi desesperación, cuando se arrimó un chavo, como medio dark-emo, y me pregunta: "¿Tienes boleto?" Y yo, pensando que el wey andaba consiguiendo, le dije que no, sin voltearlo a ver porque seguía encabronado por el incidente de la pinche gorda que no me quiso vender el boleto. Y que me dice: "Aquí traigo uno, ¿lo quieres?". Ah, cabrón, pensé. Mi reacción fue arrebatarle el boleto antes de contestarle que sí lo quería, y en eso ya se arrimaban dos cabrones a tratar de comprar también el preciado documento, pero, juar juar, se la pellizcaron, porque el ganón fui yo. "¿Cuánto?", le dije. "Pss lo que me costó". Sí, leyeron bien, lo que le costó el boleto, no más. Seguramente el chavo este no andaba para nada hambreado y en general tenía sus necesidades básicas cubiertas, pues de lo contrario habría tratado de revendérmelo a un precio mucho mayor. De volada los saqué y se los di. Trato hecho. Acto seguido, corrí a formarme en la cola, donde todavía habría de permanecer parado más o menos una hora más.

Por fin, nos dejaron entrar al recinto y llegamos hasta la extensa explanada donde disfrutaríamos de Sigur Rós. No había mucha gente, como unos cinco mil cabrones máximo (lo cual agradecí profundamente). Abrió el show un duetillo de música electrónica que se hacía llamar Ellenor, que la verdad resultó bastante chafa y aburrido. Recibieron fuertes mentadas y los instaron a que dejaran el escenario y abrieran paso al grandísimo grupo islandés cuya actuación todos esperábamos ansiosos. Tuvimos que aguantar a Ellenor como media hora, que hasta eso no fue tanto. Mientras hacían su ruidito, yo recreaba la pupila admirando la conocida belleza tapatía, que en este caso no se hizo extrañar, pues había hartas nenorras de bastante buen ver y que sinceramente sí me merecían.

Una vez concluida la penosa actuación de Ellonor (además, ¿qué pinche nombrecito mamuco es ése?), todos empezamos a clamar por Sigur Rós. La expectación iba in crescendo, hasta que aparecieron en el escenario, uno a uno, los miembros de tan excelso grupo, encabezados por el genial Jónsi. Se acomodan y toman sus instrumentos. Comienza el viaje.

Svefn-g-englar, abrió el recital, y desde ese momento comenzábamos a estremecernos. Se notaba que el grupo estaba entusiasmado con el recibimiento que le dimos y que venían dispuestos a dar un gran concierto. Siguieron con el Track 1 (Vaka) del aclamado, magnífico, maravilloso, sublime disco ( ). Una de mis canciones preferidas, interpretada con una cadencia deliciosa, perfecta. Después vino Glósóli, cuya parte final sacudió a los expectadores por igual. Hasta el momento, podía anticiparse que era un gran setlist el que nos esperaba, y efectivamente así fue, si bien hubo algunos grandes temas que se quedaron fuera.

Ahí estuvo también la grandiosa Olsen Olsen, del disco que puso a Sigur Rós en el mapa de la música alternativa mundial: Agaetis Byrjun. Ah, cuánta potencia salía de los altavoces. Era un sonido sólido y abrumador, denso, del que nada podía escapar. La ejecución era perfecta y aun cuando estábamos presenciando cómo se realizaba no alcanzábamos a comprender cómo de esos instrumentos podían provenir sonidos tan expresivos, tan inverosímiles, tan perversos. Se veía, pero no se creía. El grupo tocaba con un una sobriedad imperturbable. Hubo también temas del más reciente disco de la banda, Með suð í eyrum við spilum endalaust, como Inní mér syngur vitleysingur, Festival y Gobbledigook, magnífica pieza esta última que transmite un optimismo extrañamente desesperanzador.

Llegó después la esperada Hoppipolla, seguida de su inseparable Með blóðnasir. Fue uno de los grandes momentos de todo el concierto, dada la enorme hermosura de estas canciones. Todos nos emocionamos (dicen que algunos hasta las lágrimas), y hasta ese punto seguíamos, o al menos yo, sin creer realmente lo que estaba viendo: era demasiada belleza, demasiada expresividad, música como ninguna, como nadie más ha hecho ni podrá hacer jamás. Simplemente hermosa. También disfrutamos de Sé lest y Heysátan, que junto con las ya mencionadas pertenecen al preciosísimo disco Takk..., cuarto del grupo.

Era curioso la forma en que el grupo se hacía acompañar de diversos músicos que conformaban una sección de cuerdas y de metales, todos ellos seguramente oriundos de Islandia, lugar del que proviene la banda. Como que se agarraron a sus primos y primas, sus hermanos, sus cuñados, el carnicero, el lechero, etcétera, y simplemente se los llevaron de gira. Órale, cabrones.

Yo me sentía pleno, con un una emoción exacerbada, a punto del delirio y la locura. Seguramente habría terminado de conmoverme, quién sabe si hasta el llanto, si hubieran interpretado otro de sus más grandes temas: el exquisito, el grandioso y hermosamente desgarrador Milanó. Desafortunadamente, y por una razón que no conozco, decidieron prescindir de esa invaluable joya

Se acercaba el final del concierto, y ya se había tocado también Háfssól y Fljótavík, también del nuevo disco. Aquello se veía que terminaría pronto, y nada más no tocaban el increíble, el genial y perverso Track 7 del ( ). Supe que no lo tocarían cuando en esos momentos comenzó a sonar la introducción de guitarra de otra grandísima canción, tal vez de lo mejor que se hecho en esta década junto con el mencionado Track 7: la arrasadora, violenta, sin madre, Track 8 (Popplagið). Uff, una sacudida encabronada de cerca de 12 minutos de duración. El grupo en plenitud. Eso es Sigur Rós. Eso es música, lo demás son chaquetas mentales. La gran voz de Jónsi, perturbadora y magnífica como pocas, seguía poniéndonos la piel de gallina, y la prodigiosa batería de Orri nos sorprendía y nos dejaba sin aliento con la interpretación de esta pieza, en la que como con ninguna otra muestra su gran capacidad expresiva como músico. Realmente otro pedo.

Terminaron y aun no nos caía el veinte. Se retiraba el grupo. Pedimos otra. Hubo otra: All Alright, canción que también cierra el último disco del grupo. Magnífico concierto, aunque reitero, me quedó a deber un par de canciones. Tal vez la próxima vez...

Me retiré. Eran como las 12:30 de la madrugada y tenía que regresar a la central de Guadalajara para volver a casa. Hubo que agarrar taxi. Ahora mucho más caro, por ser de noche. Ya en la central, tuve que esperar hasta las 4:30 de la madrugada hasta que saliera el primer camión hacia Aguascalientes. Como pude, dormité en las sillas de la sala de espera de la central. La pasé mal, pero lo incómodo de la situación no me afectó en lo más mínimo, pues aun me quedaba el gran sabor de boca que me dejó el glorioso concierto de uno de mis grupos preferidos, tal vez el más importante en la actualidad, junto con Radiohead.

7 comentarios:

Vanessa C. dijo...

¡Cielos! Tus posts son muy largos, pero aún así te leo... sobre todo cuando el gusto por la música es compartible.

El Ángel Caído dijo...

Jaja. Largos pero aburridos.

Buen Tono 23 dijo...

Oraleee, toda una aventura y mira que aventarse sin boletos merece un aplauso de pie!! jeje y ojalá nunca conozca smarticket,,ya tengo con que ticketmaster nos robe dinero solo por dar un pequeño servicio. saludos

Yoshiro Luna dijo...

Hola, Ángel.

Te agradezco mucho la visita a mi blog, espero leerte más seguido por allá como yo me darpe mis paseos por aquí.

Leyendo lo que pusiste sobre tu cumpleaños y lo que escribí del mío concluí que ambos debemos ser más abiertos a las experiencias de vida intesas... o algo así, je.

Gracias por comentar, estamos en contacto.

El Ángel Caído dijo...

Chavos, muy buenos sus blogs, sobre todo el del Colectibo literario Luis Gustavo Franco.

Ahí estamos.

El Ángel Caído dijo...

Colectivo, Colectivo, perdón.

El Ángel Caído dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.